Un prolijo ejercicio dramático sobre un tema que no pierde vigencia.
El mandato paterno es una sombra, un desafío, un obstáculo que debemos sortear en orden de crear nuestra propia identidad, de poder ser, final y verdaderamente, nosotros mismos. Ese debate entre tradición e individualidad, universal y tan viejo como el tiempo mismo, es el marco dramático en el que se mueve el film Israelí Querido Papá, que llega a nuestras salas habiendo tenido la distinción de ser la representante de su país para el Oscar a Mejor Película Extranjera (pero sin haber logrado la nominación) y habiéndose presentado en el Festival Internacional de Cine de Toronto.
Rebelión en la Granja:
querido papaItzhak maneja una granja de pavos. Dicha empresa es el negocio familiar; él lo recibió de su padre, y planea pasarle el mando algún día a su hijo, Moti. Las complicaciones surgen cuando Moti, sin deseo alguno de estar involucrado en dicho negocio, desarrolla una pasión y una gran habilidad para diseñar kartings. Una situación que Itzhak buscará corregir por todos los medios posibles pero no le resultará fácil.
El guion de Querido Papá es uno prolijo y eficiente. No se molesta en inventar la pólvora, sino que trata de utilizarla para contar una historia lo mejor que puede. La película goza de momentos bien armados en donde se desarrollan los personajes y sus actitudes, así como sendos momentos de tensión y conflicto entre el padre y el hijo. Incluso temáticamente es un guion prolijo, ya que introduce, siempre que puede, el tema de quererse separar de la tradición para ser uno mismo, mostrando las dos caras de la moneda: quien siguió el mandato paterno “como corresponde” pero quedo desprovisto de una identidad propia y quien lo desafió, fue rechazado, pero cuenta con la enorme seguridad que solo se halla habiendo encontrado su propio ser.
La labor técnica de Querido Papá no es una muy estilizada, sino que está al servicio de lo interpretativo. Las escenas o tienen muy pocos cortes entre plano y plano, o se desarrollan todas en un gran plano maestro. Naturalmente, la fotografía aprovecha ciertos preciosismos como algunos planos de los paisajes de Israel. Pero por fuera de eso, se limita exclusivamente a acentuar la tensión y el drama del conflicto que deben sobrellevar los personajes.
En materia interpretativa, los actores que encarnan tanto al padre como al hijo dan labores verosímiles y funcionales a la historia. No son esos trabajos que te parten al borde del llanto, pero cumplen con la función de comunicar apropiadamente el conflicto y el subtexto de la historia.
Conclusión:
Valido de un guion prolijo en todos sus apartados, y sostenido por una labor visual e interpretativa decentes y sin muchas pretensiones, Querido Papá es una narración que cumple su objetivo en lo mínimo indispensable. No es una de esas películas que van a quedar en tu memoria, pero si te va a quedar el sabor de boca de haber visto, por lo menos, una historia bien contada, cosa que no abunda hoy en día.