Cuesta muchísimo entender qué le pasó a Brian Henson para realizar la obra más decepcionante de su carrera, ya que hasta la fecha había logrado mantener vivo con honores el legado de su padre.
Un artista que más allá de su apellido logró trascender por su cuenta con producciones estupendas, como las películas que hizo para chicos con los Muppets y esa maravillosa adaptación humanista de Jack y las habichuelas mágicas (con Matthew Modine).
No puedo olvidarme que también nos brindó la mejor y más fiel versión de Alicia en el país de las maravillas (con Tina Majorino y Martin Short) y la serie de culto Farscape.
Una propuesta de ciencia ficción cuyo contenido humorístico luego sería replicado en los cómics de los Guardianes de la Galaxia de Marvel.
Al ver ¿Quién mató a los Puppets? queda la sensación que Henson hizo la película luego de sufrir una lobotomía o tal vez una abducción extraterrestre, ya que no parece una obra del artista que sigo desde hace décadas.
Puedo entender su intención de querer explotar comercialmente el estilo de comedia zarpada que desde hace unos años viene saturando este género pero el resultado final no termina de convencer.
La idea de narrar una propuesta con marionetas para adultos no es nueva ni revolucionaria.
De hecho, el propio Jim Henson lo hizo en 1975 con el piloto The Muppets: Sex and Violence que contenía referencias sexuales y parodiaba con un humor más picante los contenidos de ese momento en el cine norteamericano.
Sin embargo, ningún canal aceptó la serie y recién cuando el programa se orientó a un público más familiar los personajes se instalaron en la televisión.
Años después, en 1989, Peter Jackson brindó una polémica sátira de los Muppets, como fue Meet The Feebles, que incluía varias escenas repugnantes y retorcidas.
No obstante, a lo largo de la trama al menos había una variedad de las situaciones humorísticas que se presentaban, además de plantear una parodia brutal de la industria de Hollywood.
La gran debilidad de ¿Quién mató a los Puppets? no pasa por el humor vulgar o las situaciones de mal gusto que presenta, sino por tratarse de una película estancada en la redundancia.
El film de Brian Henson se desinfla 10 minutos después de los créditos iniciales porque no sale de los chistes de penes y drogas y la mención de la palabra “fuck” cada 30 segundos.
El tratamiento de la comedia es realmente muy pobre y se limita a un chiste que se repite hasta el hartazgo y genera que la trama se haga interminable, pese a que dura 91 minutos.
La sátira al policial negro apenas llega a ser explorada porque el foco está puesto en la idiotez y los momentos más graciosos se incluyeron en el trailer.
Si ver a un muñeco aspirando crack o eyaculando sobre una puerta te parece desopilante tal vez te alcance para pasarla bien en el cine, pero la realidad es que el contenido humorístico es bastante limitado.
El film se termina de hundir con el casting de Melissa McCarthy, quien una vez más vuelve a interpretar, literalmente, el mismo papel que hizo en todos sus trabajos para el cine hasta la fecha.
La actriz no es graciosa y con esta labor termina por cansar al brindar más de lo mismo.
Ese mundo bizarro donde las marionetas conviven con los humanos abría un montón de posibilidades para explorarlo a través de la sátira. Lamentablemente, Henson en este caso prefirió satisfacer al club de fans de Seth Rogen.
En resumen, el concepto del film no era malo, pero su ejecución resultó decepcionante, ya que se podía esperar un contenido más creativo en base a los buenos antecedentes del director.