El 20 de octubre de 2010 fue asesinado Mariano Ferreyra, un integrante del Partido Obrero que participaba de una manifestación. Justamente por estos días, los jueces del tribunal oral que juzga a los responsables de su muerte deberán expedirse acerca de la culpabilidad de José Pedraza, sindicado como uno de los autores del hecho. Este entramado, rescatado del libro de Diego Rojas, sirvió para que los directores Julián Morcillo y Alejandro Rath rodasen este film que oscila entre lo documental y lo ficcional, y tiene como eje central a un periodista que realiza una serie de entrevistas y dialoga con familiares y amigos de Ferreyra. Los realizadores trataron de que su obra transitase por esa pequeña cornisa en la que su protagonista, interpretado por el escritor Martín Caparrós en su debut cinematográfico, se convierte en una especie de antihéroe, ya que sus jefes de redacción le ponen trabas en su intento de escarbar en todos y cada uno de los recovecos del episodio, pero él insiste en su denodada labor.
Mientras tanto, escenas de noticieros dejan ver los enfrentamientos en los que murió Ferreyra, se detienen en las manifestaciones obreras y muestran la manera en que José Pedraza, máximo dirigente de la Unión Ferroviaria, quien aparece en la pantalla durante una entrevista, participó de los sangrientos hechos.
Morcillo y Rath procuraron que su film se apartase de todo tipo de elementos políticos y que recayese sólo en la labor del periodista en su odisea por tratar de llegar a su verdad. Posiblemente los responsables de esta producción quisieron, además, mostrar el idealismo del protagonista.
En lo técnico, la película exhibe una muy buena fotografía y una adecuada música, y muestra, también, que el dúo de directores supo manejar con capacidad su intención de reflejar ese episodio, pero el guión deja varios puntos sueltos.