El asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra es uno de los puntos clave en la política argentina. Los documentalistas Rath y Morcillo llevan a la pantalla la investigación periodística de Diego Rojas pero optaron por utilizar las herramientas de la ficción: el resultado es interesante porque al mismo tiempo trabaja sobre el caso, sobre el periodismo -el film sigue a un cronista interpretado por Martín Caparrós que va desarmando el caso- e indaga sobre los motivos y las ambigüedades de la militancia política. El caso, pues, es en parte expuesto y analizado con un fin preciso -la idea era terminar el film para que influyera en el juicio que se lleva a cabo- pero excede ese marco porque también toca, ficción mediante, temas universales. Imperfecto en algún sentido, realizado con urgencia y producido en gran medida gracias a la solidaridad de sus participantes, lo que el film desnuda es la impunidad del poder mucho más allá del asesinato en sí y de su contexto. Se trata, aunque estemos en contra del uso del adjetivo, de un film necesario pues en medio de una andanada de documentales que desprecian el cine, opta por el arte como lupa para comprender la realidad.