Anatomía de un asesinato aún irresuelto
Probablemente esta obra basada en el libro homónimo de Diego Rojas convenza sólo a los convencidos, pero igual es buena idea haber hecho esta película y estrenarla en vísperas del fallo de la justicia, y es bueno que la hayan hecho, con toda dedicación, los compañeros de la víctima. Puede objetarse, eso sí, la mezcla de ficción y documental y el airecito canchero del personaje protagónico, un periodista metido a investigar -y hacer evidente al espectador- los mecanismos de tercerización laboral, la matufia sindical (semiocultamente patronal), y su necesaria connivencia con ciertos sectores de los poderes públicos. Esto ya lo había expuesto con gran fuerza y claridad Pino Solanas en su documental sobre los servicios ferroviarios "La última estación", pero nunca está mal insistir sobre el asunto.
Lo nuevo y singular de "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?" es, en cambio, la forma de tomar un desgraciado hecho particular para avanzar hacia lo general, y la puesta en escena del crimen, representada por los propios testigos y participantes del hecho ocurrido en diciembre de 2010. Se aclara, son los participantes de un solo sector. Pero es lógico, la misma limitación tuvieron "Roma ciudad abierta" y "La batalla de Argelia": los fascistas no colaboraron en la reconstrucción de los hechos históricos que allí se narran.
Otra aclaración: ésas eran películas neorrealistas, hechas por gente de variada opinión. Esta es un derivado de los cortos de agitación y propaganda del grupo Ojo Obrero, cercano al Partido Obrero. Hecha la salvedad, sólo cabe señalar el buen pulso de la película, su lógica conceptual y expositiva, y su adecuada advocación al espíritu de Rodolfo Walsh. También, la participación de figuras ajenas al partido, como Martín Caparrós, Iván Moschner, Leonor Manso, Soledad Villamil y Enrique Piñeyro, que ya había participado en los "Videominutos por Mariano Ferreyra". Autores, Julián Morcillo y Alejandro Rath, participantes de aquel "Piqueteros, carajo" que sirvió a la justicia para identificar a los asesinos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en el 2002. Rath, incluso, fue llamado a declarar como testigo en ese juicio.