¿Quién Mató a mi Hermano?: Una protesta audiovisual.
«¿Quién Mató a mi Hermano?» es un documental sobre el caso de la desaparición de Luciano Arruga y la lucha de su hermana, Vanesa Orieta, por desentrañar la verdad.
Ana Fraile y Lucas Scavino nos traen un documental sobre la muerte de Luciano Arruga, un joven bonaerense desaparecido en primera instancia por la policía, cuya hermana, Vanesa, emprende una lucha durante años para averiguar a ciencia cierta cuál fue su destino final. Este film podría clasificarse como un documental, no obstante, cada fotograma es una letra que escribe en la pantalla una carta de protesta donde los directores sólo guían la mano de Vanesa, la verdadera heroína de este relato de no ficción.
En ¿Quién Mató a mi Hermano? (2019), todas las escenas están compuestas por material de archivo auténtico, grabado durante el tiempo que Vanesa estuvo luchando por aclarar el paradero de Luciano. En palabras de Lucas Scavino, nunca se uso dramatización, salvo por algunos planos de apoyo donde salían móviles policiales. De aquí se tiene una pieza documental pura en el sentido técnico, pero en el práctico, es un ensayo de protesta compuesto por imágenes en movimiento donde sólo se narran las versiones de las víctimas a excepción de un momento en el juicio donde se muestran las declaraciones de un oficial de la policía. Si bien se descarta el principio periodístico de “parte y contraparte” donde se retratan ambas caras de la moneda, el mensaje no queda incompleto, puesto que tanto los directores como las andanzas de Vanesa transmiten la impotencia de un pueblo ignorado por quienes debían protegerlos. Sabiendo lo anterior, ¿por qué iban a dejar a hablar a quiénes querían silenciar sus voces? En esta ocasión, la norma tuvo su excepción.
Lo mejor de este ensayo, fue la exhibición del modus operandi del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas o como sea que se llame ese cenicero para motos. Durante una escena donde Vanesa habla con una miembro de dicho organismo en Ginebra, Suiza, se puede apreciar en el diálogo de la representante cómo se sacude de encima la posibilidad de hacer algo para ayudar a la joven, basándose en un problema burocrático respecto a la ratificación de los tratados entre dicho organismo y el Gobierno argentino. Sólo bastaron esos segundos para darle voz a tantas víctimas en el mundo que sufren la impotencia de no poder defenderse por ellos mismos y que los organismos responsables de hacerlo se lavan las manos con tinta de tratados no firmados.
Hay algo peculiar en esa escena tan trascendental, cuando Vanesa está frente a frente con la emisaria, la cámara está perfectamente encuadrada, mostrando un salón de conferencias vació cuyas mesas tan bien acomodadas daban una impresión de profundidad casi infinita. Junto a esto destaca una ejecución prolija del trabajo de cámara, muchas veces sólo limitado por la tecnología del momento, cuya resolución estándar (para los parámetros del 2009) contrasta fuertemente con la de los años venideros y la del presente, cosa que, si bien no es una falla, tampoco compensa la falta de un hilo conductor de los hechos que sirviera de apoyo a las escenas del juicio. Respecto a la conducción de los discursos, la duración del largometraje se habría aprovechado más de haber guiado las entrevistas, puesto que los entrevistados muchas veces divagaban o cambiaban de tema durante varios minutos, lo que produjo cierta pérdida del mensaje. Con todo lo anterior, ¿Quién Mató a mi Hermano? es el registro de la lucha familiar contra el sistema y de la voluntad justiciera que a veces nos llega a todos.