Cómo construir una familia a medida
Durante cerca de media hora, ¿Quiénes *&$%! son los Miller? despliega las virtudes propias de la Nueva Comedia Estadounidense. Es negra, sucia y anti establishment. Parecería no importarle nada. Pasado ese lapso se empieza a quedar corta de ideas. Se pone episódica, empieza a confiar más en la escena aislada que en el conjunto. Al final, como tantas películas de Hollywood que osan ir contra la moral dominante, se traiciona escandalosamente a sí misma, borra con el codo derecho lo que escribió con la mano izquierda, se autocastra en público. Como si toda la conclusión se la hubieran entregado a unos guionistas enemigos de los del principio. Tal vez por eso en los créditos figuran cuatro: ¿serán dos contra dos?
La idea está buena. Para levantar una deuda impagable, un narcotraficante de traje y corbata (Ed Helms, el dentista de ¿Qué pasó ayer?) le hace a un pequeño dealer de marihuana (Jason Sudeikis) una de esas ofertas que no se pueden rechazar. Deberá ir hasta México y contactar a unos buenos muchachos de allá, para que le entreguen un “pequeño pedido”. El tipo, que no es tonto, no quiere saber nada: le hace tan poca gracia transar con los miembros de un cartel como pasar un cargamento de yerba por la frontera. Hasta que se le prende la lamparita. Como es vecino de una bailarina de caño (Jennifer Aniston) y de un chico cuya mamá se fue hace varias semanas (Will Poulter, el chico malo de la última y mejor Las crónicas de Narnia) y acaba de toparse con una chica punk que vive en la calle (Emma Roberts, de la muy buena serie American Horror Story), tal vez los cuatro, a bordo de una casa rodante y “disfrazados” de “gente normal”, puedan pasar por familia tipo yanqui, de vacaciones en México. Allá van, en un viaje que, claro, será al infierno.
Llena de referencias al cine y la cultura pop, incorrecta políticamente (en la frontera, la policía yanqui les dispara a unos wetbacks por la espalda) y más aún sexualmente (un matrimonio que es la representación más absoluta de la familia tipo sureña se muestra propenso a las fantasías más zarpadas), ¿Quiénes *&$%! son los Miller? alcanza su pico de revulsividad moral en una escena en la que, para zafar de la cárcel, un adulto convence a un menor de practicarle una fellatio a un policía corrupto. Guau, mucho. Sí, tanto que de ahí en más la película patea la pelota al costado, recurriendo primero a tropos más acordes con el gusto medio (narcos, persecución, tiros) y después a postular que el amor es más fuerte y que hasta los más marginales pueden terminar ya no representando, sino convirtiéndose en representantes modélicos del sistema en el que hasta entonces se habían hecho encima.