Comienzo con un ejercicio. Cuento de qué se trata el film en una oración porque no quiero desperdiciar en ello más caracteres que los que sean necesarios. Tras una serie de eventos (des)afortunados, cuatro individuos terminan viajando a México aparentando ser una familia -papá, mamá, hermana y hermano adolescentes- para contrabandear marihuana. La diferencia entre ‘drug smuggling’ (contrabando) y ‘drug dealing’ (repartición y entrega) es ya de por sí un tanto ridícula en general e innecesaria como ilustración del conflicto que tiene un personaje a la hora de experimentar algo que lo sobrepasa. El conflicto es válido; lo que está de más es el detall técnico. Sin embargo, “¿Quién *&$%! Son los Miller?” hace de esta distinción un tópico recurrente: la primera aparición puede verse en el trailer (Jason Sudeikis, protagonista, se lo marca a Jennifer Aniston mientras ella le regala un baile –que esta es la peli en la que hace de stripper y baila en ropa interior-), luego Sudeikis la busca en Wikipedia cual tonto y más avanzada la trama vemos que se hace presente bajo la misma lógica. No es un buen chiste (o no funciona, como prefieran).
La presentación de los personajes sí es buena, o me gustó al menos. Porque es rápida, directa y en cierto modo hasta elíptica, dado que los cuatro personajes resultan estar más conectados de lo que a primera vista puede parecer. Algunos se conocen y conviven en un edificio, eso se puede ver, pero hay otra cantidad de información que se evita y aún así se percibe. Para el momento en que están por cruzar la frontera parece como si la película hubiese arrancado hace nada. Pero volvamos al chiste. Aunque no es alo que suela hacer, me pareció ponerlo en evidencia para recalcar que es producto de un guión de cuatro personas distintas; entre ellos gente que escribió hilarantes comedias (“Wedding Crashers”) y otras más modestas pero al menos atendibles (“Sex Drive”, “Hot Tub Time Machine”). Y ese no es el único chiste que se repite en demasía; y si no funciona la primera vez, agota por exceso (prestar atención al pibe canchero que hace de interés romántico de la adolescente interpretada por Emma Roberts –siempre un talento-).
Como las referencias. “¿Quién *&$%! Son los Miller?” hace uso y abuso de las referencias: a otras películas, a canciones, a la cultura pop o a celebridades de cualquier ámbito. ¿Problemas? Dos: primero, no funcionan. Los guiños tienen que ser parte de un juego creativo, de algún recurso que en cierta forma los explicite. Si salen de la boca de los personajes todo el tiempo y como si nada, molestan y no son creíbles. “Hay suficiente droga acá como para matar a Willie Nelson” (otra del trailer, acá no contamos cosas de más). ¡La gente no habla así! Y de aquí el segundo problema: la constante referencia le quita naturalidad a las situaciones y el guión termina obstruyendo la labor de los actores; más en el caso de tipos que saben improvisar, como Jason Sudeikis. Se ve en las charlas telefónicas que su personaje tiene con el de Ed Helms (Stu en “The Hangover”, que acá es el ‘papá de la droga’) que hay dos bestias cómicas desesperadas por salir y pasarse el guión por donde ya sabemos.
No hay lugar para la anarquía, la irreverencia o al menos la sorpresa en esta película. Así y todo, aunque se reconoce, se sabe convencional, “¿Quién *&$%! Son los Miller?” intenta salir de ese molde. Y en ese ponerse la camiseta, estalla el alboroto: mucha situación que quiere hacernos reír –a veces lo logra-, mucha secuencia de acción y disparos que llega y se va a las apuradas, mucha familia al borde de la muerte rescatada con los ‘deus ex machina’ que se te ocurran. El resultado es desparejo, y por eso el Maldito Hollywood y su final feliz –todo lo que en el film tiene que ver con lo dramático, su subtrama cursi y también romántica- salen para atrás. Lo edulcorado no encastra bien con tanto bardo y, como no es un bardo verdaderamente anárquico, tampoco el último plano canchero, sabelotodo, no provoca una sonrisa.