Familia ensamblada
David (Jason Sudeikis) no tiene alternativa: debe realizar un trabajo de contrabando de drogas desde México hacia Estados Unidos para su jefe, o éste lo matará por haber perdido su dinero. Ante lo inevitable, se le ocurre que el mejor disfraz para pasar la frontera sin llamar la atención es convertirse en parte de una típica familia americana, con casa rodante y todo. Para ello necesitará compañeros, y así es como Rose, la stripper (Jennifer Aniston); Casey, la chica sin hogar (Emma Roberts); Kevin, el chico inocentón del edificio (Will Poulter), y él acaban convirtiéndose en “los Miller”.
El resto de la película cuenta las peripecias de estos improvisados inexpertos en el tráfico de drogas internacional, y cómo se las arreglan para volver a casa y cerrar el trato.
Es una comedia llena de altibajos, en la que el final parece haber llegado antes de la primera hora, momento en el que el guión da una vuelta de tuerca que le permite estirarse otra hora más, como si fuera obligatorio complicar la trama para llegar a esa longitud. Y es que, si bien tiene momentos risibles, la gran falla es el manejo de los tiempos, del ritmo propio de la comedia. La extensión le quita efectividad, convirtiéndola en un ir y venir de situaciones y personajes.
Las actuaciones son ajustadas, nada extraordinario ya que el guión tampoco lo requiere. Aniston se permite un par de escenas sensuales, aunque en realidad sólo deje en claro que tan mal no está para su edad, y que el baile sexy no es lo suyo. Sudeikis es el más cómodo en el género, y a Poulter le basta y sobra con su portación de rostro.
Lo que genera la gracia está puesto permanente y exclusivamente en lo obvio: las falsas identidades, y el juego con los estereotipos. Los gags son poco graciosos en general, previsibles, y en el medio se cuela la nostalgia de cada uno de los personajes por esa familia que ninguno en su vida diaria tiene. Al fin y al cabo, hasta el más recio sueña con tener su pequeña familia americana.