GRANDES ÉXITOS DE WHITNEY HOUSTON
A la hora de encarar un biopic cinematográfico -excluimos a las miniseries de este razonamiento-, hay un desafío básico que es prácticamente infranqueable: no se puede contar toda la vida del personaje elegido, siempre se deben recortar fragmentos relevantes. Por ende, hay que tener claro, antes de pensar en cualquier línea de diálogo o escena, qué es lo que realmente se quiere abordar sobre la figura en cuestión, que puede ser desde una cualidad en particular hasta un tramo temporal o evento que puede definirlo en toda su dimensión. Sin embargo, Quiero bailar con alguien no parece entender este precepto esencial y quiere contarnos todo sobre la vida de Whitney Houston, hasta caer en un enciclopedismo insustancial.
El film de Kasi Lemmons arranca durante la juventud de Houston (Naomi Ackie en una mímesis tan esforzada como irrelevante) y desde ahí avanza, de manera completamente lineal, hasta su prematura muerte, cuando tenía apenas 48 años. Entonces, con vocación didáctica, va sumando datos de todo tipo como para que el espectador que sabe poco y nada sobre la famosa cantante quede bien informado. Así, nos vamos “enterando” -por decirlo de algún modo- que el árbol genealógico de Houston tenía unos cuantos nombres relevantes de la música, incluyendo a su madre. También que era bisexual y que mantuvo una relación secreta con su mejor amiga y asistente, que iba a la par de otros vínculos románticos, como su tormentoso matrimonio con el cantante Bobby Brown. Asimismo, que tenía una extraordinaria voz; que entre los 80 y 90 hilvanó una serie de éxitos inigualables; y que fue criticada por tener una producción musical demasiado masiva y alejada de sus orígenes afroamericanos. Finalmente, que su adicción a las drogas, sumado a varios conflictos personales, la terminaron empujando a un trágico final. Es decir, nada de lo que no podamos enterarnos viendo un especial de E! o leyendo una crónica en Infobae.
Lo que falta en Quiero bailar con alguien es un verdadero posicionamiento sobre Houston, algo que nos indique qué es lo que le interesa decir o explorar sobre la artista. Por momentos pareciera que quiere indagar en su proceso creativo, en cómo, a pesar de no ser compositora, era capaz de apropiarse de las letras y melodías para darles un sello propio. Pero eso está resuelto con un par de secuencias de montaje apuradas y simplistas que lejos están de revelar aunque sea mínimamente sus formas de inspiración. Entonces quedan, a lo sumo, los momentos musicales, que reproducen conciertos y videoclips con una fidelidad milimétrica que tienen como resultado un vigor considerable y limitado a la vez. Ahí tenemos, por caso, la presentación de Houston en la que canta el himno estadounidense antes del comienzo del Super Tazón, que aún en su emotividad no deja de palidecer frente a la transmisión original.
La estructura compilatoria de Quiero bailar con alguien se agota y aburre antes de la hora y media, y todavía quedan sesenta minutos que se vuelven extenuantes. Ahí se despliega todo el drama personal de Houston, con varias secuencias de trazo grueso que no agregan nada realmente consistente. De ahí que los últimos minutos, que buscan conmover casi desesperadamente, solo generan indiferencia. Quiero bailar con alguien es un grandes éxitos que incluye demasiados temas descartables y que no sabe qué decir sobre una figura compleja a la que retrata con una fascinación algo vacua y definitivamente improductiva.