Quiero Bailar con Alguien es un retrato higiénico de Whitney Houston, con la dosis de sordidez indispensable para humanizar a una cantante que se debatía entre su imagen pública y su yo privado, inaceptable para la puritana y consumista era Reagan. La película cae en los estereotipos habituales con los que a Estados Unidos le gusta contar la vida de sus músicos: como un tratado moralizador lleno de culpa, expiación y, si hay tiempo, redención. Whitney no lo tuvo.