Quiero secuestrar a mi jefe
Cuando se estrenó Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, 2011) las comparaciones con ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009) eran evidentes. Ahora que se estrena Quiero matar a mi jefe 2 (Horrible Bosses 2, 2014), las comparaciones con ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II, 2011) son inevitables. Por esta vez la secuela no es un desfachatado calco de la original, lo cual es de lo más bonito que se puede decir de estas comedias chatarra que se agrandan como combos de McDonald’s. Uno se imagina la reunión. “Y por 14 millones más, sale con secuela”.
Regresa el pusilánime trío de niñatos Nick, Kurt y Dale: Jason Bateman, el sensato líder; Jason Sudeikis, el cachondo; Charlie Day, el canijo histérico. Han dejado atrás sus días de matar jefes desde la primera película. ¡Ahora son sus propios jefes! La película comienza con un anuncio televisivo en el que el trío presenta su invención, un cabezal de ducha que además escupe shampoo en la cabeza de la gente demasiado vaga y gorda como para usar sus manos.
Tan bueno es su producto, de hecho, que atrae la atención de un magnate financista (Christoph Waltz) que les hace un encargo millonario – sólo para retirar la financiación en un momento clave, fundirlos y adueñarse de su lozana PyME. Ya que los muchachos han decido que el asesinato no es lo suyo, esta vez deciden secuestrar al hijo de su enemigo (Chris Pine) y extorsionarlo. El plan se complica cuando resulta que la víctima está más que dispuesta en participar del secuestro y complicarlo de maneras inesperadas.
Los caprichosos diálogos entre los tres protagonistas resultan graciosos la mayor parte del tiempo; cualquier momento es un buen momento para entablar una larga y acalorada discusión sobre cómo se deletrea una palabra, pelearse por cómo se apoda en código cada uno o simplemente discutir si Máxima velocidad (Speed, 1994) estuvo buena o no. La rutina se vuelve un poco insufrible cuando los personajes lidian con el correctismo político que plaga al pánfilo de clase media en el siglo XXI, que se encuentra más preocupado por no parecer racista u homofóbico que por no serlo realmente.
Además de los tres intérpretes, que están muy bien, a Chris Pine se lo ve sorprendentemente comprometido con su papel. Hay algunos buenos cameos de la primer película. Kevin Spacey tiene un par de escenas buenas en las que luce su característico desdén misántropo. VuelveJennifer Aniston como la dentista ninfómana, y hace su contractual aparición en ropa interior. Jamie Foxx regresa como el pretencioso “Motherfucker” Jones. La única decepción es Waltz, que sencillamente no figura mucho en la película. No aparece el tiempo suficiente para desarrollar su personaje, ni configurarse como particularmente detestable. Nunca llega al nivel de delicia con el que Spacey viste su villanía.
Algo que nunca ha terminado de cuadrar en esta serie: pretende hacerse pasar por humor negro, y regocijarse en la amoralidad de sus protagonistas, pero la verdad es que siempre reculan a último minuto. Se acercan lo suficiente para catalizar una serie de violentos sucesos que terminarán fallando a su favor, pero al no ser directamente responsables retienen su superioridad moral. ¿Hay posibilidad hoy en día de una auténtica comedia negra hecha en Hollywood, o es que siempre hay que restituir la moral antes de que termine la película?
En fin. Quiero matar a mi jefe 2 regresa con casi todo que gustó de la primera película y hace un mínimo esfuerzo por diferenciarse de ella, con lo que se llama contenta. El espectador también, probablemente.