Cruda, pero entretenida
En 2011, una comedia negra sobre las desventuras de tres empleados con sus sádicos jefes se convirtió en un notable (y para muchos inesperado) éxito comercial. Lo esperado, claro, era que más temprano que tarde llegara su secuela. Ya no está Seth Gordon en la dirección, pero Sean Anders logra sostener los hallazgos de la entrega anterior e incluso potenciarlos, al menos durante la primera de las dos horas de duración. Anders fue coguionista de la reciente Tonto y retonto 2, y si bien Quiero matar a mi jefe 2 no es una exaltación tan radical de la comedia vulgar como aquella película de los hermanos Farrelly, sí resulta un exponente de la comedia hollywoodense cruda y ruda, sin demasiadas sutilezas, pero con situaciones extremas que entretienen y fluyen razonablemente bien.
Tras los enredos de la película original, Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) deciden independizarse y montar un negocio propio (la venta de un sistema de ducha bastante particular). Tras una entrevista televisiva que los exalta como emprendedores, son abordados por un poderoso empresario (Christoph Waltz) y su hijo (Chris Pine) para asociarse en el emprendimiento que, por supuesto, saldrá del todo mal.
Tras ese planteo inicial llegarán las vueltas de tuerca (incluso dentro del terreno policial) y en el desenlace todo se vuelve más mecánico y previsible. De todas maneras, la simpatía del trío protagónico (con sus matices, todos tienen su costado patético y querible) y el regreso de los secundarios de Jennifer Aniston (una adicta al sexo), Jamie Foxx (un hilarante gánster) y Kevin Spacey (un cínico y despiadado empresario que está en la cárcel) mantienen las cosas a flote. Sí, es un cine con algo de fórmula y bastante de caricatura, pero jamás esconde su esencia. Y funciona.