Villanos y subnormales
En estos días está de moda (o estuvo, todo es fugaz) entre parte de la crítica estadounidense “matar” a Quiero matar a mi jefe 2, decir que Horrible Bosses 2 es horrible. Sí, hicieron chistes con lo de horrible, y usaron un montón de comparaciones metafóricas -algunas más imaginativas que otras- sobre la experiencia, para algunos críticos tortuosa, de tener que ver la película. El New York Times la puso en su escala más baja. Variety tampoco la trató bien. La gran excepción, como tantas veces, fue Stephanie Zacharek en el Village Voice, que claramente notó que en este caso -como en otros- la secuela era mejor que la original.
0. Antes de empezar, notemos que ha pasado otra vez. My Girl acá se llamó Mi primer beso. Y hubo secuela: y le pusieron, claro, Mi primer beso 2 (!) La traducción nada fiel del título original en la primera entrega hace que el de la secuela no tenga sentido, o tenga aún menos sentido. Horrible Bosses debió ser Jefes horribles y no Quiero matar a mi jefe. En esta segunda parte ya no tiene lógica ese “quiero matar…”, y hasta elimina los
sentidos múltiples que podría haber tenido “Jefes horribles”: aquí los protagonistas que querían matar jefes son ahora jefes y, si bien tienen bondad, prueban ser horribles en casi cualquier aspecto profesional.
1. Horrible Bosses 2 es una película mucho más libre que la primera, menos atada a una narrativa que debe seguirse y respetarse en aras del verosímil. La primera presentaba a protagonistas un poco atolondrados y que tenían jefes pesados, malignos, pérfidos, etc. Tenía buenos chistes, pero estaban incluidos y a veces licuados en un devenir narrativo que permanecía en primer plano, con demasiado peso. En la 2 la narrativa está por detrás de los chistes. Los protagonistas ya son más (o menos) que atolondrados: son lisa y llanamente subnormales. Y eso libera a la película de tener que defenderlos, y de tener que resolver sus destinos con lógica argumental o emocional.
2. Con ese paso importantísimo, al usar con total libertad a estos tres tarambanas, sin respeto por su indignidad intelectual, se multiplican las posibilidades del humor, y Horrible Bosses 2 suma posibilidades. Los protagonistas y los antagonistas entran en otra lógica, más marxiana. Personajes, ciudad, economía y sociedad se vuelven raros pero reconocibles, estúpidos algunos y crueles otros, y se describen con ferocidad y no pocos aciertos.
3. Hay un paso más, muy importante, que da la secuela película con respecto a la primera entrega: los jefes malvados tiene razón, se mueven con prestancia dentro de una lógica que mantienen y sostienen y que prueba funcionar con fluidez en este mundo. Los protagonistas no hacen pie por sí mismos, solos: necesitan todo el tiempo de “los malos”. En ese sentido, no deja de ser interesante lo que plantea la película sobre el mundo. Y también sobre los engranajes que mueven la narración.
4. Hay también una muy bienvenida despreocupación -o preocupación por retorcer- lugares comunes del cruce de la comedia con el policial (que rara vez funciona para los dos ángulos, o incluso para uno sólo). Un ejemplo (y no más para no arruinar chistes, porque además funcionan mucho con la sorpresa, con lo repentino) de esta retorsión es el diálogo que incluye la gastada línea “¿yo dije algo de un secuestro?”. Una línea gastada, transitada, pero que se resuelve de forma novedosa.
5. Si los villanos son buenos (o hacen bien su maldad), las películas mejoran, y los personajes de Kevin Spacey, Christoph Waltz y Jennifer Aniston le dan un relieve especial a sus secuencias. Se hacen más grandes que la película, se hacen olímpicos. Waltz y Spacey, entre otras cosas, por la manera de soltar desprecio mediante sus maneras únicas de pronunciar. Aniston por mejorar su personaje, por afinarlo, por agregarle solidez y coherencia: todo lo hace por, para, detrás, delante y desde el sexo. No deja de ser un gran comentario sobre la actualidad de las estrellas de Hollywood cuando les dice a sus empleadas que “miren el video, quizás aprenden algo”.