Las reglas del capitalismo
Con una primera parte efectiva pero que daba la sensación de haber podido dar más por las figuras involucradas, estaba instalada la duda de si era realmente necesaria una segunda entrega. Sin embargo, Quiero matar a mi jefe 2 termina de acomodar las piezas que en su predecesora estaban un poco desorganizadas, entregando una narración más fluida y coherente, que no tiene miedo de apretar el acelerador en ciertos momentos importantes.
Si en Quiero matar a mi jefe el objetivo era deshacerse de los patrones, en esta secuela la meta para el trío conformado por Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) consiste en tomar ese lugar de poder, en ser independientes y convertirse en sus propios jefes. Pero claro, los socios distribuidores que encuentran para su emprendimiento -un dúo empresarial conformado por un padre (Christoph Waltz) y su hijo (Chris Pine)- los estafan con total impunidad, con lo que quedan al borde de la quiebra. En consecuencia, arman un plan que les permite unir la salvación con la venganza, consistente en secuestrar al hijo. Obviamente, todo saldrá mal… y a la vez, bien.
Hay un cambio para esta continuación que es realmente productivo y es en el puesto del director. La salida de Seth Gordon y la entrada de Sean Anders -quien también colabora en el guión- le aporta a la película un poco más de salvajismo y menos corrección política. Esto no deja de ser lógico: Anders venía de hacer esa comedia desquiciada llamada Ese es mi hijo y acá toma personajes previamente definidos y extrema la sátira social, sin dejar títere con cabeza y hasta mostrando el sexo de manera tan paródica como relajada (ver lo que le pasa al personaje de Bateman, totalmente embobado con el de Aniston). Pero además, el guión se beneficia de una síntesis y economía narrativa que Quiero matar a mi jefe no tenía: en vez de tres enemigos, hay básicamente uno, con lo que la trama no se ramifica demasiado, se define más rápido como una comedia policial y avanza con una mayor dinámica, sin tropezar ni dejar personajes a la deriva.
Con estos elementos, adecuadamente administrados, más el plus que siempre tributan actores como Bateman, Sudeikis, Day, Pine, Kevin Spacey y Jennifer Aniston -bien dirigidos por cierto-, el film redondea una visión bien ácida sobre el capitalismo: el relato plantea sin demasiadas vueltas que los empresarios se imponen por sobre los trabajadores no porque sean súper inteligentes y malvados, sino porque los otros son muy estúpidos e ingenuos. El capitalismo es un sistema cuyas reglas se pueden torcer de acuerdo a la moral (o la falta de ella) de cada individuo, de acuerdo a sus deseos de ascender. Quiero matar a mi jefe 2 no tiene miedo de decirnos que todos queremos estar bien arriba y que hay muchos que no tendrían inconvenientes en aplastar cabezas para lograrlo. Los laburantes también, y por eso Nick, Kurt y Dale, a pesar de sus buenas consciencias, terminarán persiguiendo con todo lo (poco) que tienen el gran sueño americano. Ese sueño no tiene nada que ver con valores o concepciones sociales: es el sueño de tener toda la guita, para comprar lo que sea, incluso la autoestima. Quiero matar a mi jefe 2 afirma todo esto con una respetable cantidad de buenos chistes, que llevan a que por momentos no nos demos cuenta que las carcajadas tienen un sonido un poquito siniestro.