Perdiendo el rumbo
La ópera prima de Sergio Corach, Quizás hoy (2016), es un ejercicio particular sobre la condición humana con un resultado final fallido.
Quizás hoy se enfoca en Miguel (Corach) un joven inmaduro que no sabe que quiere para su vida y que, mientras aguarda que su novia le responda alguno de los millones de mensajes que le dejó, va del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Miguel se relaciona con sus compañeros de trabajo casi de manera obligada, mucho más con Cristina, con quien cree que podrá entablar una relación fluida, Anota todo en un diario, por pedido de su terapeuta, y odiando su vida más que nunca, un día mientras pedaleaba su bicicleta, se cruza con un ex compañero de secundaria que estaba a punto de ingresar a un casting para una publicidad.
Ese cambio laboral aparece como vector de las ideas y de los posibles motivos de exploración hacia un estado anterior mucho más interesante, pero cuando todo comienza a ordenarse, la confirmación del rodaje desordena su rutina que exige un nuevo orden. Si la meticulosidad y el minucioso ordenamiento es algo que caracterizaba a Miguel, el comenzar a transitar bajo la idea del no orden y la improvisación, termina por seducirlo, porque en el fondo sabe que así terminará con su chatura.
Quizás hoy no logra trascender el espíritu joven que desea que se le reconozca. La propuesta, que se asemeja a un ejercicio más que a un film consolidado, se diluye, y termina por configurar una fallida película que trata de hablar de una realidad común, pero que justamente en lo forzado de la puesta, no logra generar una identidad propia, al contrario, recae en la construcción de un personaje antipático, egoísta, soberbio, con el que nunca se puede empatizar y mucho menos, comprender por qué hace las cosas que hace.