A las muchas tribulaciones e indignidades que sufre hace años la comedia romántica, esta nueva película -que se presenta como tal- le agrega la de ser una fallida adaptación de una obra de teatro. A medio camino entre su origen teatral y una estructura de sitcom tradicional, Quizás para siempre cuenta con un elenco estelar que hace lo que puede por darle algo de vida a un guion al que es difícil encontrarle el pulso.
La primera media hora del relato dirigido por Michael Jacobs se centra en los personajes de Diane Keaton, Richard Gere, Susan Sarandon y William H. Macy, un cuarteto de experimentados actores que encarnan a distintos arquetipos de adultos mayores decepcionados por la vida matrimonial. Sus largos y acartonados diálogos sobre el paso del tiempo, la finitud del amor y las dificultades de la convivencia funcionan solo gracias al oficio de los intérpretes, que parecen haberse divertido mucho encarnando a sus personajes.
De las densas disquisiciones sobre el sentido de la vida a ciertas escenas con espíritu de la comedia vodevilesca más rudimentaria, el film no se ocupa de aportarle matices a sus personajes y los que salen más perjudicados son Emma Roberts y Luke Bracey como Michelle y Allen, una pareja de enamorados en crisis. Cuando Michelle organiza su propuesta matrimonial soñada y su novio Allen no reacciona según lo esperado, la trama -lejos de asignarle cierta responsabilidad a la chica por no participar a su pareja de los planes futuros que lo involucran- carga las tintas contra el muchacho y su temor a ese “para siempre” que tan malos resultados le trajo a sus padres.
El final feliz que prescribe el género resulta tan vacuo como el resto de la película.