Un homenaje al personaje.
Desde su debut en 1982, la saga de Rambo, con su protagonista Sylvester Stallone, se ha convertido en una de las más icónicas franquicias de películas de acción de todos los tiempos. Atrapado por los recuerdos de Vietnam, la legendaria máquina de combate y ex boina verde, conocido como John Rambo, ha liberado a prisioneros de guerra, rescatado a su comandante de los soviéticos y liberado misioneros en Myanmar.
Casi cuatro décadas después de introducir al personaje en First Blood, Sylvester Stallone vuelve como uno de los mejores héroes de acción de todos los tiempos. John Rambo deberá confrontar su pasado y desenterrar sus despiadadas habilidades de combate para vengarse en una misión final. Un viaje mortífero de venganza, Rambo: Last Blood marca el último capítulo de la mítica saga.
Todos conocemos lo que ha sido para muchos John Rambo, quizás el más popular héroe de acción de los últimos 20 años, pero ya va siendo hora de que se jubile porque la edad no perdona y se nota durante toda la película. Eso no quita que desde el comienzo de metraje Stallone logre que empaticemos con su personaje de principio a fin.
Siempre hemos visto al Rambo más letal, sanguinario y violento, pero ahora es la primera vez que vemos a Rambo en un ambiente familiar y la vez que más cerca lo hemos visto de sentirse como en un hogar en mucho tiempo. Esa vida hogareña nos muestra un aspecto que no habíamos visto antes en la franquicia.
Este veterano de guerra no puede superar su trastorno de estrés postraumático y todo aquello fuera de su alcance. Así, entiende que la vida, en sí misma, es una batalla y, a pesar de estar en casa, él sigue a merced de eventos que no puede controlar y evitar. Para ayudarle a superar los peligros de ser un veterano, crea una serie de túneles laberínticos y un búnker debajo del rancho donde duerme, se relaja y guarda sus pocas pertenencias y recuerdos. Es donde Rambo se siente seguro, aunque sea parcialmente, como en una trinchera. Ahí es donde puede liberar sus demonios. Los túneles son su propio infierno porque le traen recuerdos de sus años de combate y de sus misiones más recientes. Stallone dice que sirven como una especie de terapia indicada para esos recuerdos momentáneos de guerra que experimenta su personaje. Al principio sólo tienen sentido para él, pero al final de la película cumplen un propósito.
La película tiene una clara estructura donde vemos la transformación de Stallone, en la primera parte en la que está viviendo una vida tranquila en un rancho alejado de los traumas del pasado y viviendo una paz que pronto será perturbada. En la segunda parte, un acontecimiento altera su tranquilidad, tendrá que tomar partido de nuevo trasladándose a México donde vemos algunas imágenes muy duras y bastante crueles poniendo el foco en el tema de la trata de blancas. Por momentos se padece con lo que se está viviendo y con las imágenes que muestran la dureza de este tema. Hay tramos de esta segunda parte del filme que recuerda mucho a otras películas como Blood Father o Venganza, con el héroe que tiene que mostrar sus habilidades de héroe de acción.
Por último, tenemos la tercera parte de la película donde vemos al John Rambo más letal y sanguinario de toda la saga, donde la acción se traslada a los túneles que tiene creados bajo el rancho. Las muertes se suceden en un espectáculo de sangre y una variedad de estilos sólo al alcance de un maestro de la violencia que no nos sorprende porque vemos al hombre que entrenaron para matar, y vaya forma de matar a sus enemigos, porque vemos a un asesino bien entrenado y sin una gota de piedad por el enemigo. Solo y dispuesto a hacer el máximo daño posible, algo que consigue con creces. Hay que decir entonces que el final no es nada sorprendente.
El director de esta película, la última, es Adrian Grunberg, que consigue mostrar un John Rambo que va de menos a más durante los 99 minutos que dura el metraje, pero nada sorprendente.
A nivel interpretativo tenemos que destacar a Sylvester Stallone que vuelve a ser John Rambo en el que vemos una transformación que pasa de la tranquilidad a la violencia tras los sucesos ocurridos a un ser muy cercano, pero cuando se pone en modo letal le vemos más sanguinario y violento que nunca, con una sucesión de escenas muy espectaculares que recuerdan mucho a los orígenes de los personajes.
Por otro lado, tenemos a la parte española de la cinta encabezada por Sergio Peris-Mencheta en el papel del villano de turno, junto con otro secundario español como Oscar Jaenada como capos de una banda mexicana de drogas y trata de blancas, pero que no son capaces de tumbar a John Rambo. El trío español lo completa Paz Vega, en el rol de una periodista que sigue la pista de la banda de los dos españoles anteriores y que ayudará al protagonista, quien por momentos no encuentra consuelo y salvación en nadie y el personaje de Paz Vega le hace volver a recuperar su verdadera esencia.
En definitiva, Rambo: Last Blood es el capítulo final de la historia del personaje creado por el novelista David Morell. Si bien no aporta nada novedoso, consigue enganchar al espectador con un tercer acto brutal e impiadoso, donde Stallone entrega lo que todos los fans esperan siempre de él: un cierre de saga espectacular.