Bello retrato-homenaje de una leyenda viviente
Allá por 1957 públicos y radiooyentes de Argentina y Paraguay empezaron a vibrar con un enérgico tema de la selva misionera, rico de imágenes, formidable canción de denuncia en tiempos en que las canciones de denuncia no estaban de moda en absoluto. "El mensú, era esa obra con ritmo de galopa. Marcos López nació un año más tarde, a orillas del Colastiné. Habrá ido y venido en sus gustos y sus búsquedas, mientras se perfilaba como artista plástico y fotógrafo afecto a las representaciones populares. Pero esa canción se crió con él, y también las otras del mismo autor. La película que ahora vemos habla de ese autor, de esas músicas ("El jangadero", "Posadeña linda", "Mi pequeño amor", "El cosechero", etc.) y de la gente común que las atesora, junto a expresiones que los entendidos llaman kitsch, y otros directamente grasa.
Por ahí el documental se distrae en dichas expresiones, pero ellas contribuyen al contexto. "Ramón Ayala" no es una biografía de Ramón Ayala, sino el retrato de alguien que sigue caminando por el país (y por lo que se ve también sigue bailando), maravillado del mundo y de la vida, con su guitarra de diez cuerdas y la voz todavía firme. Lo vemos en Misiones, Capital, Asunción, Cosquín, con la esposa que recuerda cómo se le declaró, las tejedoras de ñandutí, las chicas jóvenes que corean sus temas, Charo Bogarin que lo invita al escenario. Lo definen Juan Falú, Liliana Herrero, Tata Cedrón, lo difunde por los trenes un editor de compactos caseros, lo elogia un publicitario que creció fascinado por sus metáforas y recién de grande pudo entender su entero significado. Estos últimos son muy importantes. Representan la comprensión desde otro nivel cultural y social, y el laborioso mantenimiento de un acervo nacional. Esos discos pueden ser piratas, pero el trabajo que el hombre se toma para rescatar y divulgar, por ejemplo, un longplay del desaparecido sello Redondel, lo exime de culpa y cargo y revierten la crítica en elogio. A destacar, las explicaciones del texto de "El mensú mediante un fragmento de "Las aguas bajan turbias" y la aplicación de este tema y de "El cachapecero" sobre la selva de la gran ciudad. Similitud, contraste, ironía, surgen de inmediato. Los ideólogos pueden discutir esas imágenes. La emoción es la misma, desde hace más de medio siglo.