Monstruo contra Roca.
Basada en el popular videojuego, Rampage es la nueva producción del director Brad Peyton quien, como ocurriera con San Andreas y Viaje 2, vuelve a trabajar junto a Dwayne Johnson, el actor mejor pago de Hollywood. Con efectos visuales espectaculares y La Roca renovando su rol de salvador del mundo, la película se perfila como el blockbuster del mes también gracias a un buen elenco secundario que incluye a Malin Akerman (Watchmen), Naomie Harris (Moonlight), Joe Manganiello (Justice League) y Jeffrey Dean Morgan (The Walking Dead).
La talentosa genetista Kate Caldwell (Harris), motivada por la enfermedad terminal de su hermano, ha logrado desarrollar una técnica de edición genética revolucionaria que, traducida en una toxina administrable en forma de gas, está llamada a realizar milagros en la medicina moderna. Sin embargo, cuando la perversa multinacional para la que la doctora Caldwell trabaja la aparta de su propio proyecto para usar su toxina como un arma biológica, no solo el hermano de Kate muere y ella queda en la calle, sino que un desastre generalizado se desata.
Rampage: Devastación sigue los pasos de las películas clásicas del cine catástrofe para presentarnos, parsimoniosa pero dinámicamente, los cimientos de una estructura que sus monstruos se encargarán de destruir posteriormente. Porque después de su premisa, lo que sigue es el desencadenante que pone en marcha la acción y, como no podía ser de otra manera, este tiene que ver con una falla en la seguridad de los encargados de manejar la potente toxina que lo originó todo para que esta afecte, en puntos bastante remotos de los Estados Unidos, a tres animales distintos que rápidamente experimentarán cambios a nivel genético, léase crecimiento desmesurado que da como resultado un gorila, un lobo y un lagarto gigantes.
Si bien ese comienzo pseudo científico se sostiene, la cosa empieza a decaer en términos introductorios cuando nos presentan a la otra pata de la historia, o sea los buenos. Dwayne “La Roca” Johnson interpreta al benévolo Davis Okoye, un verdadero pan de Dios que trabaja en un santuario para la vida silvestre y cuyo mejor amigo no es otro que George, el gorila albino que será alcanzado por la ya mencionada toxina. ¿El resto de la historia? La compañía de los malos no puede permitir que un proyecto en el que invirtió millones de dólares se vaya al tacho, por lo que emite desde su sede central en Chicago unas ondas raras que solo los monstruos pueden oír para atraerlos y así obtener muestras de ADN que salven su investigación. Los monstruos van a Chicago y su detención, al margen de la armada estadounidense y su ilimitado poder bélico, solo puede ser concretada por un hombre. Adivinaron. La Roca.
Vale agregar que, como era de esperarse, la película solo se sostiene mientras los monstruos están en pantalla rompiendo todo. Al inicio, cuando parece que el desastre se está por desatar, el guion hace un válido intento por darles a sus personajes algo de relieve, cosa que no consigue tal vez a excepción del agente Russell, cuyo carácter ambivalente en un contexto de buenos contra malos muy marcado le da espacio a lucirse a Jeffrey Dean Morgan. El resto es lo que cualquiera puede avizorar ante una película de estas características que, a favor, tiene el bendito don de entretener a partir de sus espectaculares efectos especiales y no defraudar en términos de destrucciones masivas y peleas épicas. Un pequeño giro risueño sobre el final (en contraposición con la inacabable caterva de chistes malos de la Roca) y un par de escenas que bordean lo bizarro son las únicas notas discordantes en una producción que ofrece exactamente lo que promete.