De drama contenido a una épica locura
A partir de la introducción en Islandia de un mal que aqueja a las ovejas, el director aquí desconocido Grímur Hákonarson explora vínculos familiares.
La culpa es de los ingleses. Concretamente, de una oveja inglesa. La introdujeron en Islandia sin advertir que tenía scrapie, el equivalente ovino del mal de la vaca loca. Un peligro: cuando se descubre un animal enfermo, se sacrifica todo el rebaño, aunque esto cause la ruina de sus dueños. El Estado los indemniza, pero no lo suficiente como para empezar de nuevo. Éste es uno de los asuntos de "Rams". El otro asunto es de índole familiar, y responde al viejo dicho "no hay peor cuña que la del mismo palo".
Dos hermanos sexagenarios, vecinos y dedicados a la crianza de la misma raza de carneros, apenas se hablan. Van por separado a las mismas reuniones de ganaderos, compiten en el concurso anual de la zona (y uno le gana al otro por medio punto de diferencia), no tienen mujer que los aguante, y este asunto de la oveja loca los encuentra muy divididos. ¿Se unirán para luchar contra la enfermedad de sus animales? A todo esto, ¿por qué se aborrecen tanto? Eso lo sabremos recién cerca del final. Uno es un loco manso, el otro es un borracho violento. Sólo diremos que esto es un drama contenido, de humor escaso, y que el desenlace toma un imprevisto giro de épica locura, jugándose todo a un gesto desesperado de último momento, y a una única frase, dicha con la debida emoción.
Autor, el aquí desconocido Grímur Hákonarson, que se crió parcialmente en el campo, y cuyo padre fue ministro de Agricultura de Islandia. Rodaje en Bardardalur, un lugar amplio, despejado, alejado, al que ni locos pensamos ir, y menos en invierno.