Lo que la ficción no muestra de la vida carcelaria
Con tantas ficciones construidas alrededor del universo carcelario, plenas de pintura “divertida” y a pura puteada (se entiende que al público le guste la aproximación fantasiosa a un mundo que puede ser tétrico), Rancho es un documental que llega para aportar una visión algo más cercana a lo que se vivencia dentro de las cuatro paredes de una cárcel de máxima seguridad.
La idea a expresar en este, mi comentario, es que la fantasía para consumo cómodo dista mucho de lo que realmente se vive en las condiciones deplorables de una prisión real. No es la idea hacer un análisis sociológico ni detallar las cuestiones de relevancia de un espacio que se dice de resocialización y dudo mucho que alguna vez lo haya sido. Sí es verdad que desde la comodidad de mi casa es sencillo opinar de lo que se retrata en la vida de los protagonistas.
En Rancho la cámara toma a estos hombres y los retrata sin intervenir. Casi la mejor manera de pasar como un relator omnisciente por lo que se elige mostrar sin ocultamientos, tanto como es posible y las circunstancias del ámbito permiten. Los individuos que pasan por la experiencia de la reclusión constituyen junto a quienes viven el espacio junto a ellos una comunidad bastante parecida a una familia. En el lunfardo, el rancho del que habla el título. Hacia afuera el término se usa románticamente para referirse a los amigos o grupo de pertenencia. Algo de la mágica definición de la que hablo al principio.
Las situaciones a las que se encuentran, los delitos que se les adjudican o de los que fueron responsables son narrados de manera directa en sus conversaciones sin inhibición, con el peso que tiene cada palabra, en el cuerpo, en la mente. Los sentimientos a flor de piel.
Nada más que expresar o, en todo caso, difícil saber qué más comentar sobre un film crudo en la simpleza de su forma, y lo denso, a la vez, de su contenido.