La factoría Pixar siempre fue la principal fábrica de animación tridimensional, tanto por sus habilidades digitales como por su inteligencia a la hora de caracterizar a sus personajes, sin subestimar al espectador. Así, la empresa de Steve Jobs ejerció su indiscutido liderazgo en un balance perfecto de calidad visual y narrativa. Hasta ahora.
Rango, del director Gore Verbinski, es otra muestra de cómo un film animado puede ser para niños y a la vez para adultos, sin caer en excesivas referencias a la cultura popular; los personajes no bailan al ritmo de una canción posmoderna con guiños adultos, sino que viven su mundo como si se tratase de una película de Sergio Leone. Sí, hay homenajes (quizás el punto en contra del film es que a veces resultan demasiados), pero dificilmente un pasaje que remite al clásico A la Hora Señalada (High Noon, Fred Zinemann) u otro que recuerda a Los Siete Magníficos (The Magnificent Seven, John Sturges) pueda ser catalogado de cultura popular.
He allí donde radica el principal atractivo de Rango, que lamentablemente deleitará a algunos pero aburrirá a muchos otros de igual manera: las citas son demasiado cinéfilas (mirando siempre al Oeste, y otro poco al film noir, gracias a una historia sospechosamente parecida al Chinatown de Polanski), y tanta búsqueda de complicidad western en otras identidades del género, termina por momentos en una pérdida de la propia.
La historia, no obstante, es entretenida y se ve apoyada por un despliegue magistral de animación CGI: una lagartija tristemente solitaria ve alterada su existencia cuando un buen día descubre que la pecera en la que vive domesticada ya no está ahí, y debe enfrentarse a la vida que siempre imaginó. Si esta vida viene acompañada de un pueblo anclado en el tiempo, habitado por animales cowboys (¿o cowpets?), qué mejor para este héroe que siempre sonó con ser protagonista de su propia película.
El film así describe sutilmente la soledad del personaje y la importancia de ser libre (sin caer en moralejas demasiado fáciles), así como de ejercer y defender los derechos propios. El agregado del recurso natural escaseando agrega un bienvenido contexto sociopolítico, que dificilmente entenderán los chicos pero disfrutarán los grandes (al menos, los que tratan de cerrar bien la canilla).
La película del otrora director de Piratas del Caribe, y La Llamada, es un detallado manual del género, pero también es un film para niños, por momentos muy oscuro, por momentos muy cálido, que se extiende no tanto como un film del mencionado Leone, pero sí un poco más de lo necesario. Mientras tanto tiembla Pixar, gracias a que otros estudios que parecen haber madurado, con resultados cada vez mejores, buscan ubicarse si no por encima, al menos al costado de los padres de Toy Story, en donde, irónicamente, quien abrió el camino fue otro pequeño gran cowboy.