Rango

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Con el espíritu del oeste

Si bien Gore Verbinski nunca había hecho un film animado, mentimos si decimos que la animación nunca había estado involucrada en su cine. Por ejemplo en Un ratoncito duro de cazar trabajó con un roedor animado, además de recurrir al humor slapstick como forma de comicidad. Lo mismo hacía en la segunda parte de Piratas del Caribe, esa en la que Jack Sparlow estaba más desenfrenado que nunca: recuerdo una larga secuencia con una rueda gigante como protagonista, donde el humor de cartoon campeaba y se adueñaba del relato. Es decir, para el director el cuerpo es una prolongación del trazo dibujado, y así lo ha expuesto. Por eso, no extraña que se le hayan presentado algunas limitaciones -las propias del físico- y por eso tuvo la necesidad de recurrir sí o sí a la animación. En ese sentido, Rango generaba la curiosidad que siempre da cuando un director hábil en el terreno de la ficción se mete con los “dibujitos”. Pero hay que decir que Rango es un dibujo animado ciento por ciento, que justifica con creces la utilización de la técnica y tiene una estética bien personal y original. Lo curioso, también, es que es un western.

Rango es precisamente una película del oeste. No sólo porque está ambientada de esa forma, sino porque además contiene todos los clichés del género: el héroe individual contra el colectivo, el pueblo, el poder representado en la corrupción de los valores, la necesidad de recurrir a la fe y la construcción del mito. Y todos estos temas, más viejos que el cine mismo, envueltos en calles polvorientas, bares de mala muerte, callejones, duelos al sol y cabalgatas rumbo al horizonte en plano general. El asunto no deja de ser curioso: con Temple de acero todavía en las retinas, Rango se muestra como un western clásico en los tópicos que aborda, pero revisionista en su mirada autoconsciente del género. Y si bien su visión moderna puede parecer por momentos paródica o cínica -la utilización de la música, por ejemplo, o unas lechuzas que narran la historia-, Verbinski demuestra que no es así y que si el humor surge es porque la animación no deja de ser una visión caricaturesca de la realidad.

Rango arranca como para obra maestra. Sus primeros 15 minutos son de una originalidad, una lisergia y una audacia asombrosas. El conflicto se instala con una serie de escenas entre surrealistas y oníricas, que hacen recordar en mucho a aquel sueño que tenía Jack Sparrow en Piratas del Caribe, cuando arrastraba un barco con una soga. Es evidente que Verbinski ha venido trabajando este material en el tiempo, lo que se comprende al descubrir la solidez del relato, aún cuando después de ese arranque prometedor el film se explaya más convencionalmente. Si nombramos recurrentemente a Sparrow es porque también la presencia de Johnny Depp con la voz del protagonista resulta fundamental. Aquel personaje, amén de ser un vehículo para el lucimiento del actor, era también una especie de agujero negro dentro de un tanque de Hollywood que permitía explorar caminos extraños para el mainstream, una especie de personaje-laboratorio. Y este Rango es pariente directo de aquel Sparrow, porque es un personaje/film que habilita desde el surrealismo hasta lo onírico, desde el absurdo al nonsense más extremo, curiosidad total para un producto Hollywood. Película de gran libertad, no es de extrañar tampoco que le cueste encontrar su público: si bien es un film animado y su humor puede ser comprendido por los niños, es cierto que se trata de un relato adulto, con temas y conflictos más acordes al universo de los mayores, y una estética que hace del feísmo y los trazos duros su mayor característica. De todos modos Verbinski nunca se marea ni con la libertad ni con el target al que apunta. Narra con mano firme y cuenta como tiene que contar, sin retacear en ningún sentido ni buscar lo más conveniente para agradar.

Como para tener en cuenta la complejidad del asunto -que siempre es más intrínseca que superficial, porque el film se entiende totalmente-, las referencias y los guiños a los que recurre Verbinski van del “gonzo” Humpter Thompson (en un gag antológico) a Clint Eastwood, de Sergio Leone a la trituradora pop de un Quentin Tarantino para refritar los géneros, hasta incluso una mulita con aires quijotescos. Y si el tono puede parecer paródico, el homenaje que hace el director a Eastwood -y no sólo porque Rango luzca tal cual el actor en aquellos spaghetti western- deja en claro que nada de lo que se ve es casualidad o una canchereada distante y burlona. Rango -el camaleón que vive en una pecera y queda varado en el polvoriento lejano oeste al costado de una ruta- se pregunta sobre su identidad, así como el pueblo en el que cae se cuestiona sobre la falta de héroes y de referentes en los cuales creer. La película es espiritual, aunque no en un sentido místico. Lo que se busca constantemente es una esencia, una identidad que recupere del cine la vieja pasión de contar historias: ¿acaso el camaleón no arranca tratando de hallar el relato perfecto para sus días de abulia en la pecera? Y que Verbinski encuentre esta pasión y esta esencia en el western, y específicamente en la figura de Eastwood, con todo lo que ello representa, es una demostración de afecto y de cariño enorme, que engrandece los resultados de su película.

Por todo esto, pero además por su inagotable humor, por su perfecta construcción del héroe, por su diseño visual impactante (es el primer film animado producido por Industrial Light & Magic), su galería de increíbles personajes, su desbordante imaginación y su gran personalidad, Rango es un film totalmente disfrutable y sorprendente en sus inagotables profundidades filosóficas. Si a todo esto le sumamos la notable musicalización de Hans Zimmer y el impresionante trabajo de fotografía de Roger Deakins, el film completa una factura brillante a la vez que demuestra la inagotable voluntad del cine, cuando está hecho por gente con talento, de resistir y renacer en cada oportunidad. Evidentemente es cuestión de confiar en el espíritu del oeste, de todos esos maestros que sentaron las bases y que inventaron el movimiento allí donde no había nada. Básicamente, como el cine de animación se crea a partir de un trazo.