Lo más llamativo de esta serie (al final se anticipa el séptimo capítulo) es que ha ido mejorando con el tiempo. Cada vez recauda más y arriesga más. Y el resultado está a la vista: es una de esas películas que sirven en bandeja lo que el espectador fue a saborear. En esta sexta entrega de “Rápidos y Furiosos”, el agente Hobbs (Dwayne Johnson) se vuelve a juntar con Toretto, O’Conner y su equipo para que lo ayuden a derribar una banda a cargo del delincuente Owen Shaw, un tipo feroz. Todo es acción, todo es persecución, pero por ese lado hay escenas impresionantes (la del puente, la del avión, la inicial en las calles de Moscú) que incluso aportan algo nuevo a un género tan transitado. El argumento no cuenta mucho: los de siempre salen a pelear contra un malvado de turno, implacable y furioso, como ellos. Pero una de las buenas perdió la memoria y se pasó al otro bando. Así que la empresa tiene un premio extra. La historia se alarga demasiado (la secuencia final con el avión), pero no decae, siempre va encontrando vueltitas argumentales, es llevadera, con mucho ritmo, espectacular, con escenarios cambiantes y toques de humor. Pero lo mejor está en esa mezcla de balazos, piñas, efectos especiales, derrapes, salvaciones imposibles y volantazos.