Sin carreras pero con muchas persecusiones, la saga de acción que supo reinventarse se convirtió en el ícono de acción del nuevo siglo.
Cuando salió Rápidos y Furiosos Sin Control (Fast Five, 2011) tomó al mundo por sorpresa, mutando a la saga de carreras ilegales en una película de acción hecha y derecha y, además, muy buena. La inclusión de Dwayne "The Rock" Johnson y el regreso de los personajes más importantes de cada parte de la franquicia le dió una bocanada de aire fresco a la película y la puso en el podio de las mejores películas de acción de la última década de un solo plumazo. Ahora el desafío no quedaba en mantener la vara en alto, y Justin Lin logró hacerlo en lo que es su última participación en esta adrenalínica franquicia, Rápidos y Furiosos 6 (Fast and Furious 6, 2013). La séptima entrega, está confirmado, será responsabilidad de James Wan, uno de los cerebros detrás de El Juego del Miedo.
Pero antes de saltar a la etapa Wan, Lin nos dió su canto del cisne con una película cargadísima de escenas de acción y que no da respiro. Con apenas unos pocos minutos de película, ya se nos plantea el conflicto principal: Toretto (Vin Diesel) y Brian (Paul Walker) viven una vida tranquila en las Islas Canarias, un lugar hermoso y sin política de extradición. Ellos están bien, pero extrañan el hogar, sobre todo Brian que acaba de ser padre. Por eso, cuando Hobbs (Dwayne "The Rock" Johnson) aparece para ofrecerles ayudar a la policía con una misión, ellos no dudan: Si todo sale bien, quieren amnistía y libertad para volver a los Estados Unidos. Pero lograr esta meta no será fácil.
El villano de turno es Owen Shaw (Luke Evans), el líder de un grupo de criminales motorizados que se manejan con altísima tecnología, y que atacan a objetivos militares para quitarles sus objetos más preciados. El problema para Toretto es que en esa banda está Letty (Michelle Rodríguez), su antiguo amor, a la que creía muerta.
Rápidos y Furiosos 6 es todo lo que uno espera de una Rápido y Furioso. Lin sabe rodar las escenas de acción como pocos en la actualidad, y sus persecusiones cargan de adrenalina hasta al más apático. A los actores se los ve comodísimos en sus roles, divirténdose como locos, jugando a molerse a palos, y una gran incorporación a esta entrega fue sin dudas Gina Carano, que nos regala un par de enfrentamientos mano a mano contra Michelle Rodríguez, demostrando que el imperio de los puñetazos no es exclusivo para los hombres.
Como ya habrán leído en muchos lugares (y algunos hasta se los dijeron sin ningun tipo de filtro, mal por ellos), hay una escena post créditos que nos deja la intriga sobre lo que sucederá en la séptima entrega, y que de alguna forma rescata eventos de entregas pasadas, así que fans o no, quédense, que al parecer en la próxima parte de la saga van a tirar la casa por la ventana.