Pura adrenalina
En 2001, una película titulada “Rápido y furioso” propuso una combinación de bellas chicas, recios galanes y autos velocísimos con corridas y persecuciones que bordean constantemente el vértigo. Aquel trabajo dirigido por Rob Cohen no solamente supuso un impresionante éxito de taquilla, sino que convirtió a sus actores principales -Vin Diesel y Paul Walker- en estrellas y dio lugar a tal cantidad de sagas, cada una de ellas más imponente que la anterior, que ni siquiera el inoxidable John McClane (Bruce Willis en “Duro de matar”) logró igualar.
Al punto que doce años después “Rápidos y furiosos 6” todavía es recibida con mucho entusiasmo por el público, sobre todo por aquel integrado por adolescentes y fanáticos del automovilismo. Fundamentalmente porque desde su perfil de “tanque hollywodense” con todas las letras, el filme no lleva sus pretensiones mucho mas allá de lo que propone en la práctica: un divertimento con muchísima acción, velocidad, tiroteos y golpes de puño por doquier, edificios que se derrumban y -como no podía ser de otro modo- algunos necesarios toques de comedia y romance.
Este sexto capítulo los carismáticos Dominic Toretto (Vin Diesel) y Brian O’Conner (Paul Walker) y el resto de los miembros de su equipo se encuentran diseminados en distintos países tras destruir a un imperio mafioso y quedarse con un millonario botín. A pesar de vivir ahora en entornos lujosos y paisajes de ensueño, sienten nostalgia por su hogar, al que no pueden regresar por su condición de criminales buscados. La oportunidad de obtener un indulto y de recuperar a Letty -una de las integrantes del equipo a la que daban por muerta- les llega cuando el agente Hobbs (Dwayne “The Rock” Johnson) invoca su ayuda para detener a una organización de mercenarios liderada por el experto Shaw (Luke Evans). Ésa es, en líneas generales, la excusa para que estos ases del volante vuelvan a sus temerarias andanzas.
Vigencia
La película encuentra en los apartados técnicos sus matices más sobresalientes. La edición de sonido está muy bien lograda al igual que la fotografía, lo que exige verla en una sala de cine para poder disfrutarla en todo su potencial. Los actores -sobre todo Diesel, Walker y “The Rock” Johnson- cumplen a la perfección con sus papeles y hasta tienen algunos breves momentos de lucimiento personal, pero son plenamente conscientes de que las expectativas de la platea están centradas en aquellas secuencias en que los autos y la velocidad son los protagonistas excluyentes.
A pesar de que la duración demasiado extensa del filme (más de dos horas) va en desmedro en el resultado final, merecen una mención las locaciones, que llegan precedidas por espectaculares tomas aéreas. Aunque la mayor parte de la trama se desarrolla en Londres, donde se producen algunas escenas antológicas que se podrían ubicar entre las mejores de la saga, la acción se traslada por momentos a distintos puntos del globo como Rusia, España, Estados Unidos y Japón, algo que remitirá a los seguidores a varias de las exitosas entregas anteriores. En síntesis, la popular franquicia todavía se mantiene en plena vigencia y no tiende a padecer síntomas de agotamiento a pesar de que apela una y otra vez a las mismas fórmulas y los mismos personajes protagónicos. Y la pequeña “sorpresa” que sigue los créditos finales de este capítulo anticipa una séptima película donde se sumará a los actuales integrantes del elenco el siempre magnético Jason Statham. Con toda seguridad una buena noticia para los fans de estos audaces y frenéticos conductores, que no parecen estar dispuestos a sentar cabeza.