Quien esto escribe sufre una curiosa patología cuando sale de ver films de gran espectáculo, acción y aventuras que le causan felicidad. Suele pensar por segundos que el cine es esto y no, por poner un caso, Haneke. Por supuesto que el cine puede ser ambas cosas, y que así como puede haber buenas películas de Haneke puede haber pésimas películas de esta saga. Solo ocurre que no es el caso. Más allá de la acción desaforada (tanques, aviones, autos de carrera, precipicios, armas, chicas pulposas, más armas, más autos, más chicas pulposas) lo que diferencia esta serie de cualquier otra es que sus personajes son seres humanos y que todo se juega alrededor de la idea de “familia”. Hay otra cosa que hace muy valiosa esta saga, cuyos actores distan de ser grandes estrellas –son gente “conocida”, pero forman parte de la mejor tradición de la clase B– y es que son aventureros en los márgenes del mundo.
El planeta está dividido en un “centro” (donde la ley funciona) y en una “periferia”, donde no. De algún modo, es el viejo universo del western pero globalizado y a máxima velocidad. Además de que queremos a todos los personajes, la creatividad superlativa para las escenas de acción –y el denso realismo que tienen esas imágenes– hacen que ese mundo nos parezca propio, inmediato y cálido. Si el cine es movimiento, este film es su expresión más cabal. Atención al elenco completo.