La familia Carburando
Hay una escena, que en cierto modo está partida en dos, que deja en evidencia los defectos y virtudes de Rápidos y furiosos 6. En primera instancia, vemos una conversación-reunión entre Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) en una especie de descampado en Londres. El aceptó acabar con la banda de criminales que ella integra para así recuperarla, luego de enterarse de que está viva y no muerta como pensaba previamente. Ella ha perdido la memoria, no recuerda la historia que tuvieron juntos, pero en cierta forma se siente atraída por él. Dom le va señalando a Letty todas las cicatrices de su cuerpo, tratando de hilvanar un relato que le haga recordar los viejos tiempos. El diálogo es, literalmente, insoportable, da vergüenza ajena, parece salido de un mal capítulo de Dulce amor sin la autoconciencia de la cursilería. Rodriguez hace lo que puede con esos parlamentos imposibles, a Diesel dan ganas de molerlo a bifes, aunque siendo chiquitito como es quien escribe, ese deseo es quimérico. Letty finalmente se mete en su auto y se va. Ahí aparece Shaw (Luke Evans), el malo muy malo en cuestión, un tipo tan profesional como frío. El también decide ponerse a charlar un rato con Dom, como anticipando el enfrentamiento que se viene. Shaw le canta la posta a Dom: los dos tienen sus códigos, uno se maneja a través del profesionalismo puro y seco, sin concesiones, el otro se sostiene en base a su lealtad a su “familia”, a su grupo de amigos y parientes. Ese momento hace recordar a algunos aspectos del cine de Michael Mann o de Kathryn Bigelow, con sus protagonistas que siguen ciegamente un conjunto de reglas. Lo mejor y lo peor del film con apenas segundos de diferencia.
Ya hablé de la saga de Rápido y furioso en mi crítica de Rápidos y furiosos 5in control, que era la primera entrega realmente interesante de la serie, aunque no fuera necesariamente buena. Allí se notaba la tensión constante entre el típico relato de un gran robo, con acción a máxima escala, que el director Justin Lin narraba con precisión y coherencia, con el discurso sexista, machista y hasta misógino que siempre caracterizó a esta franquicia. En ese texto no mencionaba algo que atravesó a todas las películas, y es su necesidad de bajar línea con la cuestión “familiar”, con personajes e historias marcadas por una lealtad hacia los núcleos de amigos, parejas y parientes, que no está de por sí mal, aunque se lo marcaba tanto desde los diálogos y monólogos que terminaba haciéndose bastante insoportable. Pues bien, Rápido y furioso 6, en el medio del enfrentamiento de grupos de expertos (que con todos sus esquematismos y dichos obvios no deja de ser entretenido a partir de sus escenas de acción tan infladas como efectivas), retoma mucho esta perorata sobre la familia, los amigos y el amor, agregándole mucho, demasiado peso muerto a la narración.
Esto sucede en buena medida porque, al igual que en la primera y en la cuarta parte, gran parte del conflicto se centra en la figura de Dom, que es como una mezcla de Morpheus y Luis Sandrini inflado con testosterona. Da la impresión de que el diseño del personaje no sólo es responsabilidad de Lin y el guionista Chris Morgan, sino también de Diesel, fuerte candidato a actor más sobrevalorado dentro del género de acción. Quizás el tipo sería más efectivo y soportable si se dedicara sólo a poner el cuerpo para trompear gente y ejecutar toda clase de proezas en las diferentes secuencias de alto impacto, pero es indudable que lo suyo pasa por la autoimportancia. De ahí que quiera hacer un policial serio como Un hombre diferente, y le salga muy mal; o ciencia ficción ambiciosa, donde él encarna a un personaje con una supuesta aura de misterio, como en La batalla de Riddick, y le salga muy mal; o un film futurista y temáticamente importante, como Misión Babylonia, y le salga muy mal; o una actualización “rebelde” de James Bond, como xXx, y le salga muy mal. Todo lo hace mal, actúa pésimo, hasta es feo, y sin embargo se ha construido una carrera exitosa, e incluso hay muchas chicas que piensan que es re lindo, y uno se pregunta por qué, y piensa que el mundo (o al menos Hollywood) puede ser un lugar muy injusto.
Entonces nos tenemos que bancar a Dom/Diesel recargado, diciendo tonterías como “no se le da la espalda a la familia, incluso cuando ellos lo hacen” con cara de “mirá como te estoy diciendo una verdad más importante que la Teoría de la Relatividad”. Lo peor es que unos cuantos personajes se le contagian, y también tiran unas cuantas frases con tono grave, como marcando que nos están cantando la posta, treinta segundos después de haber estado mirando culos y tetas, y dicho expresiones que parecen salidas de una comedia de Sofovich. En el medio, tenemos las clásicas persecuciones, un par de buenos chistes, contadas chances de lucimiento para dos prodigios de las artes marciales como Gina Carano y Joe Taslim, y la promesa de que la historia tendrá un cierre (¿lo tendrá?) con la séptima película.
Rápido y furioso 6 pasa bastante rápido y estaría bueno decir “y a quién le importa”, pero la verdad es que le importa a demasiada gente, joven la mayoría, y en buena medida del género femenino. Como para ponerse a dudar de las conquistas feministas, de la juventud como futuro, del público como sostén del cine, de la familia como institución. Como para ponerse verdaderamente pesimista. Ahora sí que no tengo ganas de aprender a manejar.