One last ride?
Vin Diesel y su familia han vuelto. Inimaginablemente a 14 años de aquel film que abrió la vertiginosa franquicia, estaciona en el cine más cercano de tu barrio Rápidos y Furiosos 7 (Furious 7) con James Wan como nuevo director al volante.
Dom, Brian, Mia y Letty disfrutan de la vuelta a casa luego de las amnistías otorgadas por Hobbs al contribuir al arresto de Owen Shaw. Su tranquilidad se verá afectada cuando el hermano de Shaw, Deckard, comience a cazar uno por uno a Toretto y sus amigos en venganza por lo que le han hecho a su hermanito menor.
La saga Rápidos y Furiosos parece interminable e inagotable. No existe un “One last ride” para este linaje fierrero. Cada entrega sube la apuesta en vértigo, acción y voracidad consiguiendo un resultado superior a su predecesora. La partida de Paul Walker era, y es, una baja sensible en una familia que aparenta ser tan unida dentro como fuera del set de filmación pero Rápidos y Furiosos 7 la sortea redondeando una edición que enaltece a la franquicia de acción más importante del nuevo milenio.
Paseos por estrechos túneles adentro de montañas en la frontera entre México y Estados Unidos, una caja fuerte que destruyó las calles de casi toda Río de Janeiro, un tanque en un puente y el explosivo aterrizaje del avión más grande del mundo (Tyrese Gibson dixit) son algunas de las grosas secuencias de acción que habitan en las antecesoras películas, algo que representaba una espectacularidad difícil de superar por James Wan para Furious 7. La cuestión es que solamente la operación en las montañas del Cáucaso es suficiente para entender que esta parte es la más arriesgada y altisonante película de toda saga.
Rápidos y Furiosos 7 se beneficia al máximo del peso implícito que posee tener entre sus filas a un némesis del calibre de Jason Statham.
A partir de la cuarta parte, la saga motorizada ha sabido moldear y desarrollar a sus personajes con una pasión y una lealtad pocas veces vista para una superproducción que lleva tantas entregas. Hay demasiado amor en Rápidos y Furiosos 7 para que termine siendo una mala película. La mística creada, pulida y desplegada alrededor de Vin Diesel, Paul Walker y Michelle Rodriguez con cada nueva edición es aprovechada y potenciada por los enemigos presentados desde Fast Five. Es que los contrincantes presentados en las Rápidos y Furiosos (siempre a desde Fast & Furious del 2009) no son figuras decorativas, sino que hacen mella y dejan enseñanzas en sus contendientes. Antes fueron Dwayne Johnson, Luke Evans y Gina Carano y ahora son Jason Statham, Tony Jaa y Ronda Rousey los encargados de presentarles un desafío a la altura del trío protagónico. Y vaya que lo consiguen. Las dos peleas entre el crack de Jaa (bestia universal del Muay Thai) y Walker (te vamos a extrañar Paulie) son una pasada a pura fuerza de rodillazos y piñas. La secuencia de lucha en Dubái entre Rousey (eximia luchadora de artes marciales mixtas) y Rodriguez resulta un despelote tan excitante como temerario.
Párrafo aparte merecen los enfrentamientos entre Diesel y Statham. Con The Rock, Diesel había confirmado una vez más la temible fuerza que lleva adentro de su cuerpecito (?) con un enfrentamiento que atravesó muros de concreto, con Evans expuso su inteligencia y liderazgo y ahora para superar a Statham necesitó superarse a sí mismo y exprimir todo su potencial para combatir a su enemigo más temible. La pelea final entre Dom y Deckard es antológica por la brutalidad y destreza presentada. Rápidos y Furiosos 7 se beneficia al máximo del peso implícito que posee tener entre sus filas a un némesis del calibre de Jason Statham, sin dudas el máximo exponente del cine de acción en la actualidad.
Rápidos y Furiosos 7 sube la apuesta y sale victoriosa su espectacular camino hacía el éxito. El adiós final a Walker (homenajeado en otros pasajes del film) le agrega una sensación de nostalgia y emoción a una inolvidable franquicia que de seguir por esta ruta podrá ser interminable hasta que Diesel y compañía lo decidan.