Pocas sagas llegan hasta su octava entrega. Algunas ni siquiera superan el desafío de la primera secuela con altura. Y muy, muy pocas lo hacen basadas en un guión original. No será exactamente el punto fuerte de este tipo de películas, pero no es un dato menor.
Rápidos y Furiosos 8 (The Fate of the Furious, 2017) es la primera de una nueva trilogía dentro de la misma saga, con lo cual tendríamos asegurada por lo menos hasta su décima película. Esto responde, claramente, a un gran éxito de taquilla a nivel internacional. Aunque los responsables aseguran que no quieren fatigar a su público, cuidándose de renovar la fórmula en cada entrega.
Así, F8 (como se conoce a la película, haciendo un juego de palabras entre el número de la continuación y la palabra fate, “destino” en inglés) arranca con una propuesta innovadora, que a la vez retoma la narrativa de todas las películas anteriores. Esto es lo que mantiene unida la saga, la continuidad siempre se respeta y los personajes son una constante, que poco a poco los va volviendo míticos dentro del imaginario del público.
Era difícil imaginar esta continuidad sin Brian, el personaje de Paul Walker y co-protagonista de la franquicia, fallecido durante la producción de la séptima película en 2013. Con algunas escenas ya rodadas y muchas dificultades técnicas (y por supuesto, también emocionales) se incluyó a Brian en Rápidos y Furiosos 7 (Furious 7, 2015) a modo de despedida, adaptando el guión para poder justificar su salida de la saga sin perjudicar la historia.
Pero el show debe continuar, y en esta entrega Dominic Toretto (Vin Diesel) carga con todo el peso del protagónico en sus hombros, aunque cuenta con un elenco de luminarias para respaldarlo. A esta altura, Dwayne Johnson (The Rock para los amigos) tiene un personaje establecido como uno de los favoritos de la saga y todo parece indicar que llegó para quedarse. Ciertos villanos de las entregas anteriores tendrán una segunda oportunidad, ya sea para redimirse o terminar de consagrarse al lado oscuro. Y la magnífica Charlize Theron hace las veces de antagonista, con un papel a su medida, encarnando una de las mejores villanas que dio el cine de entretenimiento en los últimos años. Además hay varios regresos de personajes regulares y cameos muy interesantes, cuando pensábamos que ya nada podía sorprendernos.
En cuanto a acción, F8 no defrauda. La creatividad de los responsables de esta película para idear secuencias espectaculares y destrozar autos no tiene límites, pero además se suman los movimientos de The Rock y Jason Statham, máximos exponentes del cine de acción en estos días. Las escenas de pelea no tienen desperdicio, al igual que las del resto del elenco, que vuelve a lucirse en lo que mejor saben hacer. Así, la adrenalina fluye a niveles insospechados y la trama se las ingenia para mantenerse atrapante en todo momento y fiel a su esencia. No busquemos explicaciones demasiado sesudas ni diálogos elaborados, esta película está para sentarse a disfrutar de la experiencia con un buen balde de pochoclos
Rápidos y Furiosos 8 es la mejor de las últimas entregas, un gran comienzo para esta nueva etapa y todo lo que el cine de acción tiene que ser. Una lección sobre cómo hacer entretenimiento, si se quiere, para todas esas películas pasatistas que hoy en día se toman a sí mismas demasiado en serio.