Vin Diesel y las ruedas de las llantas de oro
Vuelve la saga más impensada del mundo, aquella que inició con hombres y mujeres fuertes siendo piratas del asfalto, y finalizó convirtiéndose en una de superhéroes rompiendo todas las reglas de la física. ¿Pero hay forma de ir más allá? ¿En serio se lo preguntan?
¿De qué va?
Nueva entrega de Rápidos y furiosos, la novena de la saga. Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) llevan una vida tranquila junto a su pequeño hijo Brian. Aunque sus prioridades hayan cambiado, deberán enfrentarse a su pasado luego de que Cypher (Charlize Theron) reclute al hermano menor de Dom, Jakob (interpretado por John Cena) para vengarse.
El inicio es diferente a cualquiera de las anteriores películas de la franquicia: vamos a fines de los 80s para conocer al padre Toretto, y a un jóven Dom… y a un jóven Jakob, hermano del pelado musculoso y panzón. ¿Mia no era hermana única? No, y todo tiene su razón de ser.
Así como Hal Jordan (Green Lantern), Dom tiene su origen viendo morir al padre en su instrumento de trabajo: un auto de carreras. Uno que estalla en llamas, y el responsable del siniestro es ¿asesinado? por Dom, que va a la cárcel dejando sólo a su hermano.
En el presente, la nueva familia de Dom vive escondida del mundo. Hasta que son llamados a la batalla… la que responde es Letty hasta que su pareja se da cuenta que el villano de esta historia podría ser su pequeño hermanito. Y ahí: ¡Al infinito y más allá de la suspensión de la incredulidad!
La saga a partir de su quinta parte ya era de superhéroes: los personajes atraviesan paredes como si fueran papel, caen de 10 pisos de un edificio y sólo terminan con un yeso en el brazo… yeso que se lo quitan solo haciendo fuerza. Y no olvidemos cuando enfrentaron un submarino y Dwayne Johnson (que no está en esta parte porque tiene su propio spin-off y porque se odia con Vin Diesel) desvía un torpedo con sus manos desnudas…
En esta oportunidad, el verosímil no sólo es desafiado hasta el extremo sino que se juega constantemente a romper la cuarta pared. El personaje de Tyrese Gibson (alivio cómico desde el inicio) comienza a preguntarse como pueden sobrevivir a tantas cosas sin un rasguño… “¿seremos especiales?” elucubra en un momento donde la música se pone tensa, para terminar en una carcajada generalizada. Claro, que la gente que se ríe de él termina en EL ESPACIO, con UN AUTO con una turbina especial. ¿Es eso posible? ¿A QUIEN LE IMPORTA?
Luego, lo mismo de siempre: paseos por todo el mundo hasta que se gaste el presupuesto, persecuciones en dos, cuatro, ocho y hasta dieciséis ruedas, Vin contando lo importante que es la familia, personajes muertos que vuelven a la vida con la justificación de “es una historia para otro momento”, apariciones especiales de actrices de la talla de Helen Mirren y Charlize Theron, un villano que después se hace bueno, Vin repitiendo lo importante que es la familia, y unos astronautas en el espacio encontrando a dos locos arriba de un auto en un traje de buzo… total normalidad.
Pero no todo es color de rosas: la exageración, inflamó tanto de esteroides a este mastodonte que no tiene a donde más expandirse. Incluso con un verosímil tan abarcativo como el que siempre demuestra, se siente todo un poco agotado. Capaz el carisma de John Cena no sea tan efectivo como el de Dwayne, o el McGuffin de “aparato ultra-secreto que puede hackear todo en el mundo” ya dejó de ser funcional, pero sus casi dos horas y media no dejan con la boca abierta ante un espectáculo visual, sino que nos hacen mirar de vez en cuando el reloj.
Dicen que quedan dos más… falta conocer a Mama Toretto, Abuela Toretto, Primo lejano Toretto y más integrantes del árbol familiar de quien se llenó de plata haciendo de un árbol gigante con patas que solo dice una frase. El desborde no se negocia, Vin… nunca olvides que el centro de la saga es el pochoclo. Y quédense que hay escena post-créditos…