Acción desenfrenada y por fuera de toda lógica
Rápidos y Furiosos 9 está hecha para los fans que no critican absolutamente nada, ni siquiera la falta de coherencia de su argumento. El consumo irónico de la semana.
Es inexplicable el fenómeno de popularidad arrasadora que tiene la saga Rápido y Furioso: aunque la calidad bajó de manera considerable a lo largo de las películas, los espectadores corren a las boleterías para un suministro adictivo de adrenalina pura. Por fuera de toda lógica y acarreando un listado de incoherencias mezcladas con acción, la novena parte llegó con la esperanza de rescatar a los cines de la crisis por la pandemia de coronavirus. Para sorpresa de muchos, entretiene y en ningún momento se torna pesada.
Rápidos y Furiosos 9 arranca con Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) viviendo en el campo con Brian, el hijo de Dom. Pero los problemas siguen tocando la puerta de la familia: Jakob (John Cena), el hermano menor de Dom, se ha unido con Cipher (Charlize Theron) para causar estragos y cumplir un deseo de venganza por parte de ella tras los sucesos de Rápidos y Furiosos 8.
Explosiones, persecuciones, aventuras, disparos, malas actuaciones y algunas sorpesas; Justin Lee abraza la fórmula que tantas alegrías le dio a la saga repitiéndola para asegurarse el piso de espectadores fieles a Toretto y su pandilla. Los mayores problemas que acarrea la cinta surgen cuando busca salir de su zona de confort introduciendo remates de comedia o chistes patéticos que cortan la atmósfera de las escenas serias, algunas de las cuales son buenas, con el fin de matizar la trama y no volverla "tan solemne".
¿Quién paga una entrada de cine para Rápido y Furioso 9 con el objetivo de analizar la composición dramática y la originalidad de la trama? Absolutamente nadie. En base a esta verdad irrefutable hay que evaluarla considerando la historia evolutiva de una franquicia que no se ha privado de espectacularidades dignas de ver en pantalla grande. Como una máquina de hacer chorizos, la saga que inició el fallecido Paul Walker comprendió todas las reglas de los tanques hollywoodenses: pomposos por fuera, ruidosos por dentro.