En la reseña de la última entrega de Rápidos y furiosos mencioné que la franquicia, debido a la extravagancia de los argumentos, ya estaba a punto caramelo para que los Transformers tuvieran su encuentro con la familia Toretto.
En la película de Hobbs y Shaw queda claro que el mundo les quedó demasiado chico a los personajes de esta saga, cuya próxima aventura debería tener lugar en el espacio.
Con el paso de los años esta serie pasó de ser una propuesta de acción sobre carreras clandestinas a un clon bizarro del cine de James Bond en sus etapas más ridículas.
La realidad es que muchos espectadores también terminamos por dejar pasar esta característica y uno disfruta las películas dentro del pasatiempo ligero que brindan.
En este contexto yo puedo aceptar que Hobbs y Shaw desafíen las leyes de la física en sus hazañas exageradas, ahora que tengan como villano a un cyborg con superpoderes me parece que es demasiado.
El nuevo trabajo del director David Leitch (John Wick, Deadpool 2) se pasa de rosca con estas cuestiones en una producción a la que le sobran fácil 40 minutos.
No hay demasiada justificación para que este film supere las dos horas de duración que se hacen interminables en la butaca.
La dupla que conforman The Rock y Jason Statham tiene un enorme potencial que acá se abordó con un conflicto bobo que trabaja elementos de ciencia ficción.
Idris Elba, en el peor rol de su carrera, es desperdiciado como una especie de Terminator clase B que parece pertenecer a otra producción. Un personaje que inclusive llega a tener su momento Transformer.
Todo el conflicto apocalíptico no termina de encajar demasiado con Hobbs y Shaw que tal vez funcionarían mejor con una premisa diferente.
Son personajes que están más para enfrentar traficantes de armas o narcos que clones de villanos de Bond de los años ´90.
En materia de acción Leitch cumple con algunas secuencias vistosas pero este film no representa su mejor trabajo en el género.
Muchas escenas de peleas y persecuciones después de un tiempo resultan redundantes o terminan contaminadas por un exceso de CGI, producto de la intención de brindar un espectáculo grotesco.
Otra debilidad de esta producción es que los personajes principales son extremadamente perfectos y siempre vencen a sus enemigos con facilidad.
No hay ninguna situación donde los protagonistas enfrenten algún peligro importante, algo que afecta el tratamiento de la acción ya que se vuelve muy predecible.
Lo mejor de esta propuesta pasa por la química entre los actores principales y sus continuas chicanas humorísticas que ofrecen momentos divertidos.
Cabe recordar, para quienes les interese, que hay tres escenas post-créditos (una más estúpida que la otra) que aportan situaciones graciosas de relleno.
Si optan por no quedarse hasta el final tampoco se pierden nada relevante.
Hobbs y Shaw probablemente encontrará sus seguidores más entusiastas en los fans acérrimos de la saga Rápido y furioso que disfrutan el género de acción trabajado de este modo.