Duelo de testosterona entre The Rock y Statham
La franquicia tuerca se sigue expandiendo de la mano de otros personajes con la misma "rapidez" y "furiosidad" que sus compañeras cinematográficas. También con sus mismas exageraciones, claro.
Después de ocho películas y más de dieciocho años rompiendo cosas, la saga tuerca que comenzó con Rob Cohen en 2001, se corre un poquito de la “Familia” para darles el protagónico a dos de sus estrellas secundarias. No se preocupen que Dominic Toretto (Vin Diesel) y los suyos van a volver ‘a todo gas’ en 2020, pero para mantener la adrenalina bien arriba, a Universal Pictures se le ocurrió sumar este primer spin off, menos rápido y menos furioso (bueh, esto no tanto), pero con la misma intensidad, súper acción y testosterona rebosante que sus compañeras de universo. Tal vez, demasiada.
David Leitch, quien de esto sabe bastante, tiene la tarea de juntar a Dwayne Johnson y Jason Statham en la misma película una vez más y, en este caso, lograr que sus personajes se lleven más o menos bien para realizar una misión conjunta. Sabemos que esto es muy poco probable, debido a la historia que comparten después de los sucesos de “Rápidos y Furiosos 8” (The Fate of the Furious, 2017), pero cuando un virus mortal amenaza con destruir a toda la humanidad, deben dejar sus egos de lado por un ratito aunque no quieran.
Una labor complicada, y por ahí viene el gran atractivo de “Rápidos y Furiosos: Hobbs & Shaw” (Fast & Furious Presents: Hobbs & Shaw, 2019), una historia que se agarra de la química entre estos dos pelados fortachones, que no paran de tirarse broncas y de medir el tamaño de sus… músculos. Si vamos a ser sinceros, la película de Leitch -ex doble de riesgo devenido en realizador, responsable de aventuras recargadas como “Sin Control” (John Wick, 2014), “Atómica” (Atomic Blonde, 2017) y “Deadpool 2” (2018)- tiene más puntos en común con algunas de las entregas más flojitas de “Misión: Imposible” (Mission: Impossible), que con su propia franquicia, y ahí residen sus problemas más visibles: la falta de originalidad y la repetición de tropos y lugares comunes.
Todo arranca en Londres cuando un escuadrón del MI6 intenta detener el tráfico de un virus que puede eliminar a media humanidad de la faz de la Tierra. Las cosas no salen tan bien y son interceptados por un grupo de mercenarios comandados por Brixton Lore (Idris Elba), un ex agente de la misma compañía dado por muerte desde hace años, pero bien vivito gracias a las mejoras cibernéticas de Eteon, una organización criminal mega poderosa, que está detrás de este acto terrorista. Para que el patógeno no caiga en las manos equivocadas, la agente Hattie Shaw (Vanessa Kirby) se inyecta la sustancia y escapa del lugar, quedando como la culpable del ataque, porque Eteon también tiene el poder para manejar la verdad, sobre todo ante la prensa.
Brixton, el "Superman negro"
Con Hattie a la fuga, la inteligencia británica y la norteamericana unen fuerzas para trabajar en equipo y para ello deben juntar a Luke Hobbs (Johnson) y Deckard Shaw (Statham), que tienen formas de actuar muy distintas. Ahí arranca la verdadera aventura, con el trío a contrarreloj, intentando salvar a la chica (y al mundo), mientras escapan del implacable Brixton, una especie de Terminator incansable. En el medio, explotan y rompen todo lo que se interpone en su camino, reciben y dan golpes sin sufrir consecuencia alguna, y terminan en la remota Ucrania (todo con mucho olorcito a Chernóbil) haciéndole frente a los soldados de Eteon.
Nada que no podamos predecir desde el minuto cero, ya que el esquema es bastante conocido. Lo bueno de todo esto, es que la experiencia de Leitch nos permite disfrutar de un montón de peleas bien coreografiadas y secuencias de súper acción, muchas veces inverosímiles, como todo en el universo de “Rápidos y Furiosos”. De paso, el guión de Chris Morgan (habitué de la franquicia) aprovecha para sumar referencias pop de todo tipo (algunas innecesarias), cameos simpáticos (hasta cierto punto, no vamos a spoilearles el momento), y personajes y elementos de otros trabajos cinematográficos de Dwayne y Jason, para divertimento de los “entendidos”.
Tres son multitud
“Hobbs & Shaw” no aporta nada desde lo argumental -pero encaja bien dentro de la saga y abre un poco más el juego para lo que se viene-, tampoco desde lo visual, donde toma nota de grandes obras modernas como “Mad Max: Furia en el Camino” (Mad Max: Fury Road, 2015). Pero sigue siendo coherente en cuanto a las personalidades de sus protagonistas, dos machos alfa que desbordan testosterona y todo el tiempo deben competir por su pequeño territorio (y su hombría), aunque no dejan de preocuparse por cosas más simples e importantes como la familia.
Los realizadores procuran insertar momentos “emotivos”, pero ninguno encaja debidamente en este mar de pochoclo y súper acción non stop que, a lo largo de sus 135 minutos, pierde demasiado tiempo concentrándose en las diferencias y “peleítas” de sus dos personajes principales, mientras Kirby revolea los ojos y logra lucirse en alguna contienda. Un chiste que se repite demasiado y recién nos da respiro en un tercer acto que ya sobra y alarga este festín de aventuras descerebradas, que no busca lo contrario (por supuesto), pero tampoco se esfuerza para hacer una diferencia y dejar su marca en una franquicia que ya lo probó (y lo explotó) todo. ¿Cuándo se van al espacio, muchachos?