Quienes siguen de cerca la saga de acción fierrera con más pelados en su elenco, sabían que en cualquier momento se iba a hacer el spin-off de los personajes interpretados por Dwayne Johnson y Jason Statham, los únicos rivales capaces de entregar las peleas más aguerridamente espectaculares que se puedan ver en una pantalla XXL.
Desde que el agente del Servicio de Seguridad Diplomático de Estados Unidos Lawman Luke Hobbs (Johnson) y el exagente militar británico Deckard Shaw (Statham) se agarraron a las piñas en la séptima y octava parte de Rápidos y furiosos, la pica entre ambos entusiasmó a los espectadores más fieles, que se morían de ganas de verlos en una película que los tuviera como protagonistas absolutos, con sus férreas musculaturas talladas en largas sesiones de gimnasio y entrenamiento con peso pesado.
Así es que los productores, que a la hora de hacer negocios son bastantes rápidos y furiosos, llamaron al director David Leitch (Atómica, Deadpool 2) para que se encargara de dirigir este desprendimiento de la franquicia en el que se intenta empezar una nueva historia y, de paso, expandir el universo de motores rugientes.
Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw llega con más bochinche que una moto sin caño de escape para pasearse desde Londres hasta la imponente Samoa, con Hobbs y Shaw enfrentados como siempre pero con la salvedad de que esta vez tienen que dejar de lado las viejas rencillas para combatir a Brixton (Idris Elba), una especie de Superman negro modificado genéticamente que intentará conseguir un virus que es una verdadera amenaza para la humanidad.
Es ahí donde entra la mala lectura del filósofo Nietzsche, que lleva siempre a los fascismos. Los que se toman al pie de la letra lo que escribió el autor de Así habló Zaratustra pueden resultar muy peligrosos. En ese sentido, está bien que la película deje clara su posición y que combata con toda su fuerza a los que pretenden hacer realidad el sueño psicópata del superhombre.
En el medio de ambos grandulones se mete la hermana de Shaw (Vanessa Kirby), experta en el arte del latrocinio y agente astuta del MI6, con quien deberán aunar fuerzas para luchar contra Brixton. Lo bueno del personaje de Kirby es que no solo reparte bifes sino que abre la posibilidad de una relación amorosa con el archirrival de su hermano.
Las virtudes de la película radican en la ágil dirección de Leitch, quien le da su toque cool a las escenas de acción, con coreografías que son algo así como una celebración de la adrenalina, dotadas de una belleza visual hipnótica, y sin abusar de los ralentíes obligatorios del género.
Pero lo mejor es sin dudas la relación beligerante entre Hobbs y Shaw, que se pelean verbalmente todo el tiempo y entregan momentos humorísticos que son el gozoso punto fuerte del filme.
Fiel a sí misma y al universo al que pertenece, Hobbs & Shaw es una anabolizada buddy movie que cuenta con un indisimulable falocentrismo testosterónico, una especie de oda a la masculinidad más viril y bestial, una comedia de acción con sentido del humor y del honor que disimula muy bien su incorrección política y que luce orgullosa su musculosa anatomía de cine popular de trazo gruesísimo.
Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw
Dirección: David Leitch. Guion: Chris Morgan y Drew Pearce, basado en los personajes creados por Gary Scott Thompson. Elenco: Dwayne Johnson, Jason Statham, Idris Elba, Vanessa Kirby, Helen Mirren, Eiza González. Fotografía: Jonathan Sela. Duración: 135 minutos. Apta para mayores de 13 años, con reservas. Complejidad: nula. Sexo: nulo. Violencia: alta.