Qué bueno, y sencillo, es que los personajes se autopresenten y definan con simples palabras. Ante la pregunta, con signos de admiración e interrogación, de “quién car… sos”, el malo responde “El malo”, Hobbs (Dwayne Johnson) “El que te dará una paliza” y Deckard Shaw (Jason Statham) algo referido a una botella de champagne, que para no spoilear, no diremos con palabras textuales.
Aunque es difícil spoilear una película de la saga de Rápidos y furiosos -Hobbs & Shaw es el primer spin-off, precisamente con estos personajes como protagonistas-, salvo que se advierta sobre alguna muerte…
Porque las películas, por más que sean parecidas, tienen sus diferencias de forma, más que de contenido. Como la mayoría de las producciones de acción hollywoodenses de este siglo, sus tramas se estructuran a partir de escenas precisamente de acción. Lo que importa es eso: ver autos veloces, peleas bien coreografiadas -hay especialistas en eso- o lo intrépido que son los personajes.
Y el director David Leitch, que viene del rubro de doble de riesgo -lo fue de Brad Pitt y de Matt Damon infinidad de veces-, y dirigió Deadpool 2, sabe de qué se trata el asunto.
Cuando a la agente del MI6 Hattie (Vanessa Kirby, la princesa Margaret en The Crown) el “sobrehumano” Brixton (el malo, interpretado por Idris Elba) le tiende una trampa al querer apropiarse del virus CT-17 (Brixton mata a todo el equipo de los ingleses, y ella logra escapar, pero inyectándose el virus que puede convertir los órganos internos humanos en líquido en pocas horas), queda como que Hattie es una traidora. El MI6 y la CIA deben ir tras ella. Y tras el virus, claro.
Y el primero llama a Shaw, que recordarán los fans es un mercenario, y la Central de Inteligencia a Hobbs (que se lleva pésimo con Shaw), para que, juntos, cumplan la misión. Si fallan, la suerte del mundo, cuándo no, está en peligro.
A partir de allí comienza una atípica buddy movie, porque no es que Hobbs & Shaw sean precisamente amigos. Y hay datos que se saben casi de arranque: Hattie es hermana de Deckard Shaw, cuya madre es interpretada por Helen Mirren, sabremos más sobre el pasado de Hobbs, y hay una aparición sorpresiva de... No lo diremos, porque no figura en los créditos. Pero es importante.
Ni lógica ni nada por el estilo le piden los espectadores a la trama, menos a que Statham y Kirby hayan sido criados de niños -hay un par de raccontos donde se los ve de chicos- cuando uno tiene 52 y la otra, 31 años.
No importa. Lo que sí importa es que la película dura 136 minutos, de los cuales más de 12 son de créditos finales -por supuesto, pasan cosas durante el rodante final- y las secuencias de humor y acción empalman como corresponde.
Que le hagan decir a Idris Elba “Soy Superman negro”, cuando suena que será el nuevo James Bond, es un guiño humorístico, como la repetida frase de “nadie me dice qué hacer” y otra sobre que el cambio climático, “el terrorismo y el capitalismo” terminarán con la Tierra “para 2096”.
Con una peli de Rápidos y furiosos cada dos años tal vez llegarán, no en forma, pero vivitos y a toda máquina.