200 MILLONES DE DÓLARES DE CHURROS
Creo que fue por mi hermano que escuché por primera vez el dicho “más grasa que un millón de dólares de churros”. No es una frase muy sutil y no es difícil explicarla. La esencia de Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw tampoco lo es, por más que se construya desde un mecanismo de constante acumulación, que en demasiados pasajes le juega en contra. Como si los 200 millones de dólares de presupuesto con que cuenta la película fueran todos churros.
Este spinoff tiene un par de factores a favor, que son –obviamente- Dwayne Johnson como Luke Hobbs y Jason Statham como Deckard Shaw, el agente de la ley y la mente criminal que no pararon de bardearse y a la vez tenerse algo de simpatía en Rápidos y furiosos 8. Acá se ven forzados a trabajar juntos para impedir que un virus aniquile a la mayoría de la población mundial. En el medio está Hattie (Vanessa Kirby), hermana de Shaw y agente del MI6 que se une a la misión, pero también un villano casi indestructible y con fuerza sobrehumana –cortesía de algunas alteraciones genéticas- al que Idris Elba interpreta con la solvencia que lo caracteriza. Además, tenemos a una organización secreta que está tras el virus y que es tan despiadada como pródiga en recursos. Y hay varias persecuciones, explosiones y peleas (algunas más propias del cine de animación) en Londres, Rusia y hasta Samoa. Y toques de ciencia ficción, de romance, de comedia, algo de drama familiar hecho a las apuradas, rituales polinesios, cameos de estrellas y la clara intención de dejar allanado el camino para una franquicia aparte de la de Rápidos y furiosos.
Tantos elementos, tantas tramas, subtramas y tonalidades –casi todas transitadas a mil por hora- convierten a Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw en una experiencia tan abrumadora como irreal. Es casi como ver una película de Michael Bay, aunque más prolija desde la puesta en escena –al fin y al cabo, David Leitch sabe filmar las secuencias de acción- y con un poco más de humanidad en el desarrollo de los personajes. En el último factor son claves Johnson y Statham, que no solo sustentan sus presencias desde lo corporal, sino también desde sus capacidades cómicas y la innegable química que construyen entre sí.
Aún con sus méritos y pasajes ciertamente atractivos en la primera mitad de su metraje –que nacen, en buena medida, de su desparpajo- Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw no llega a redondear de manera óptima su propuesta. De hecho, la última media hora es tan ruidosa como tediosa, aunque igual le alcance para ser de lo mejor de la franquicia a la cual todavía pertenece. Quizás se pasaron con la cantidad de churros.