Tango y Cash era una película de 1989 tan autoconsciente de sus intenciones pirotécnicas que se hacía imposible echárselo en contra. Era la acción por la acción misma, desprovista de reflexión alguna (y orgullosa de ello), sazonada con ocasionales humoradas y apoyada en el carisma de sus dos protagonistas, Sylvester Stallone y Kurt Russell.
Pero incluso con estas intenciones tan lúdicas, la película conocía sus límites; se hacía disfrutable, ágil; no iba a cambiar la historia del cine pero al espectador le quedaba la sensación de pasar un buen rato. Quien esto escribe la trae a colación debido a que Hobbs & Shaw busca ese espíritu pero no rinde los mismos resultados.
No tan extraña pareja
La película es explícitamente clara sobre dónde descansa el atractivo de su propuesta: el juego de opuestos existente entre los personajes de Jason Statham y Dwayne Johnson. Una explicitud remarcada en una de las primeras escenas mediante una pantalla dividida, la diferencia en la paleta de colores (frio para Statham; cálido para Johnson), y sus estilos de vida (uno hace ejercicio y el otro se va a un bar a beber). Luego, naturalmente, muestran lo que tienen en común: hacer uso de su fuerza para sacar a los criminales de las calles. Todo esto para dejar en claro que, diferencias aparte, los dos son los mejores en lo suyo.
Si a estos detalles le sumamos una escena previa donde son introducidos el villano y el objeto a ser recuperado de una manera bastante eficiente, podemos decir que tenemos todos los elementos para hacer una película de acción disfrutable.
Sin embargo, por más spin-off que esto sea, hablamos de Rápido y Furioso, una franquicia que ya hace largo rato soltó cualquier respeto a la lógica; entonces, uno se pone a pensar si es necesario seguirles achacando un estilo que por más reservas que se tenga desde lo narrativo, produce resultados convocantes. Lo que haría posible semejante consideración es si el saldo final fuera por lo menos el de una película entretenida: es ahí donde parece tropezar Hobbs & Shaw.
Es una película que tiene miedo de ser sencilla. Con los actores que tenía y su premisa, podrían haber bordado un producto más que digno. Cuando la trama está en Londres tiene todos los condimentos que hacen pensar que la película puede salir airosa: humoradas producto del desacuerdo de los protagonistas, un villano aparentemente indestructible, y un riesgo emocional para los dos personajes centrales. Sin embargo, cuando el villano ataca el cuartel general londinense de los protagonistas es cuando empieza a descender el interés. Hay que tener tino para saber meter un chiste en una situación de peligro sin que parezca desubicado. Por desgracia, el desubique de dicho recurso se vuelve ley.
Cuando la trama deja Londres para transitar por Moscú y Samoa es donde Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw se empieza a meter en un agujero negro, sus 135 minutos se empiezan a sentir como si fueran muchos más. Es también en este viaje donde el montaje se vuelve más picado, irreconocible, y se ignora cualquier noción de tiempo-espacio para acomodar efectos dramáticos (como una pelea bajo la lluvia, en una locación donde en otro punto de la misma está completamente despejado).
Por otro lado, no se puede negar que la película guarda cierta coherencia temática con sus antecesoras (o por lo menos las últimas) en cuanto a remarcar el concepto de familia: ya que la hermana del personaje de Statham es la que pone en marcha el conflicto, y la familia del personaje de Johnson serán quienes acudan en su ayuda para tratar de resolverlo.