Abróchense el cinturón para la nueva entrega de “Rápido y Furioso”, saga que comenzara su transitar en la gran pantalla allá por el año 2001. El francés Louis Leterrier (“Hulk”) se coloca en el asiento del director de esta epopeya llena de autos caros y potentes, que anticipa una próxima entrega en “Fast & Furious 11” (2025). ¿Pensaron que acá se acababa el juego? Desafiando las leyes de gravedad y fabricando réplicas de héroes hiperbólicos capaces de las hazañas más audaces, la franquicia gestó su identidad como rostro del cine de acción más banal de todos los tiempos. Un trailer inusualmente extenso (cuatro minutos y medio de duración) prácticamente podría suplir el vacío en extremo dificultoso de llenar que nos deja un film plagado de superficialidad durante excesivos ciento cuarenta minutos de metraje. Factibles de ser obviados cada uno de ellos. Lo caricaturesco y lo estrambótico se confunda a la hora de llevar a cabo misiones imposibles (perdón, Tom!), de esas que el placer culposo pochoclero vino a buscar. Correrías y explosiones sazonadas por efectos especiales trademark surcan la pantalla a toda velocidad. Un producto que hizo del relleno su primer mandamiento está de regreso, y alcanzan un par de primeros planos para evidenciar el nulo talento del inexpresivo Vin Diesel. Ni Jason Statham puede salir al rescate de un producto cuya creatividad cruza el umbral de lo ridículo a la hora de pergeñar un villano de souvenir. Sin un gramo de materia gris ni gasolina, bajémonos y sigamos a pie.