RARA
ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA
Rara
Por Marcela Gamberini
Como ya se ha dicho en las variadas críticas y comentarios de la película que se han publicado en diferentes espacios, Rara está basada en un hecho real. Una jueza, sus hijas, su actual pareja mujer, su ex marido participan de un drama doméstico: la lucha por la tenencia de las chicas, que por supuesto siempre es más que un acto judicial. Esta compleja situación es efectivamente el mundo de lo real. Ahora bien, desde lo cinematográfico se toma el hecho y se lo recrea; ¿con qué objetivo? ¿Solo para mostrar la discriminación en Chile? ¿Una impugnación al espíritu despótico machista que aún subsiste heredado de varias y varias generaciones? ¿Se trata de mostrar la lábil situación de las mujeres lesbianas que están en pareja? ¿Poner atención y así narrar el proceso de crecimiento de una adolescente en un mundo contemporáneo tan complejo? Tal vez todo esto haya estado en la cabeza de Pepa San Martin, la realizadora, al momento de idear su ópera prima.
Paula, que es interpretada por Mariana Loyola, es abogada, y Lia, la argentina Agustina Muñoz, su pareja, es veterinaria. Las dos hijas son Sara, que está por cumplir trece años) y Cata, la pequeña de la casa de nueve años. Las cuatro se llevan bien, la más pequeña aún vive en su mundo y es la protegida de su hermana mayor; la pareja es correcta y amorosa no solo entre ellas sino con las niñas. Las escenas de la vida cotidiana es lo mejor de la película: el espacio de la casa es luminoso y amplio como amplio y luminoso es el amor que se tienen las mujeres. Las comidas en el parque de la casa, las sobremesas, los bailes son escenas que muestran la naturalidad de una familia sin mayores sobresaltos, como cualquier familia. Sin duda es una película donde lo femenino y sobre todo la ética de lo femenino y de la maternidad están puestas en escena con plenitud. Todo esto funciona a la perfección porque las actuaciones son sólidas y naturales; el cuarteto de actrices destila mucha calidez y naturalidad. El problema dramática es otro: la violencia de las instituciones; la escuela por un lado, y el patriarcado como una cultura general oficial que tensionan la vida cotidiana de esas cuatro mujeres.
Indudablemente, Rara plantea seguir los pasos y los pensamientos de la hija mayor. El comienzo es una subjetiva, en un largo plano secuencia que recorremos, a partir de los ojos de la adolescente, sus espacios cotidianos, su escuela y sus amistades; esos espacios institucionales, como la escuela, son los que le van a hacer replantearse una situación que ella (la chica tiene bastante clara) acepta con la mayor naturalidad: la pareja de su madre jamás le resulta una anomalía. Ese plano inicial releva el lugar desde donde nace el conflicto, la escuela. Los profesores (incluso una escena con uno de ellos en dialogo con la chica plantea esta anomalía) y sus compañeros incitan a pensar que existe un problema. Da la impresión que “raro” es el comportamiento de los miembros de este microcosmos que es la escuela; y a este presunto malestar se sumarán el padre y su mujer actual que ven una preocupación casi inexistente en su hija mayor. En verdad, esa preocupación que ve el padre no se debe a la pareja de su madre sino a conflictos típicos de adolescentes: hacer o no hacer una fiesta de cumpleaños, qué hacer con un chico que le gusta, preservar a su hermana menor de ciertas cuestiones.
La aceptación de Sara en relación con Lía está dada en varias escenas, en la divertida secuencia del baile al son de Sangre mientras las cuatro limpian la casa; cada una de las veces que la pareja de la madre va a buscar a la chica, ya sea al colegio o a la misma casa de su padre, la fluidez afectiva y la tranquilidad son una evidencia. Sin embargo, a medida que la película avanza es la institución escolar y su cultura patriarcal que la excede la que hacen dudar a la chica.
La textura rugosa del mundo con sus intimidaciones, sus preceptos y prejuicios corroe la institución familiar, siempre débil, siempre frágil, sean quienes sean sus integrantes, del género que sean, o de la sexualidad que ejerzan. Esa moral burguesa mundana intercepta a la ética familiar y la tensiona hasta casi quebrarla. Esos prejuicios se adhieren también a las personas resquebrajándolas como se resquebraja Sara, esa adolescente que está en plena formación de su identidad y de su personalidad. El cuerpo de Sara, que aparece pleno en la primera secuencia, es tan poroso que destila tantas hormonas como dudas. Y esas son las dudas que inteligentemente Pepa San Martin logra traspasar al espectador a través de Sara y sus ojos; sus reacciones son accions dramáticas dirigidas a quien mira. Por eso la película es una película rara, que no deja de ser cálida y emotiva y por eso también extraña.
Marcela Gamberini / Copyleft 2016