INFIERNO EN LA TORRE
The Rock contra un edificio en llamas. Esto hay que verlo... o no.
Si algo le faltaba a Dwayne Johnson, después de enfrentarse con todo tipo de villanos y criaturas, era el desafío de un edificio en llamas. De entrada, la premisa de “Rascacielos: Rescate en las Alturas (Skyscraper, 2018) se puede arrimar a la de “Duro de Matar” (Die Hard, 1988) meets “Infierno en la Torre” (The Towering Inferno, 1974), dos títulos que le quedan grandísimos a la aventura de Rawson Marshall Thurber, un realizador más acostumbrado a la comedia sarpadita como “¿Quién *&$%! son los Miller?” (We're the Millers, 2013).
Ojo, sí sólo quieren ir a l cine a comer pochoclo y ver como The Rock salva el día, esta esta es su mejor elección. Ahora, si buscan un poquito de racionalidad y una trama con un mínimo de contenido y coherencia, ya saben para dónde NO apuntar. Claro que tampoco es el objetivo de la película, que solo busca entretener a fuerza de efectos especiales y las hazañas de este héroe que, de común, no tiene nada.
William Swayer (Johnson) es un ex veterano de guerra que ahora forma parte del equipo de rescate de rehenes del FBI. Una de sus misiones no sale como lo esperado y Swayer y su gente pagan las consecuencias. Diez años después, y con las cicatrices de aquel rescate fallido a cuestas –incluyendo la amputación de una pierna-, William intenta llevar una vida más tranquila rodeado del cariño de su esposa Sarah (Neve Campbell) y sus mellizos Georgia y Henry, dedicado a evaluar la seguridad de diferentes edificios.
En Hong Kong le llega la oportunidad de su vida, de la mano del rascacielos más alto del mundo. “La Perla” está por ser inaugurado y necesita de la aprobación de Swayer para dar el paso definitivo, tarea asignada por el mismo dueño y constructor Zhao Long Ji (Chin Han). Hasta ahí se dirige el buen Will y su familia, pero no saben que hay una conspiración a la vuelta de la esquina.
El edificio, súper moderno y tecnológico, cumple con todos los requerimientos y para hacerla redonda, Zhao le entrega a Swayer el control total de los sistemas de seguridad. Claro que hay malhechores esperando para echar mano a esos accesos, y así el buen William termina como principal sospechoso cuando el edificio empieza a sucumbir bajo las llamas de un incendio intencional y nadie logra activar los procedimientos de emergencia.
Pero el equipo comando responsable del ataque, bajo las órdenes del mercenario Kores Botha (Roland Møller), no contaba con la presencia de la familia de Will en el edificio…, ni con la voluntad de este buen hombre que, a pesar de sus “limitaciones” y de estar marcado por la policía, hace todo lo posible para volver al rascacielos y rescatar a sus seres queridos.
A partir de este punto, “Rascacielos: Rescate en las Alturas” se deshace de cualquier lógica (porque ni Superman saldría tan bien parado de semejante quilombo) y de sus motivaciones, ya que las razones del ataque no parecen justificar tamaña destrucción… ni argumento. Al menos, Hans Gruber la tenía clara y sólo le importaba la guita resguardada en las entrañas de la Nakatomi Tower.
La excusa de Thurber –también responsable del guión- es un tanto flojita y refuerza esta noción de que sólo le interesa destacar los efectos, que no están mal pero tampoco impresionan, y las eternas destrezas de The Rock como héroe de súper acción, sin importar la historia que se cruce en su camino. El realizador cae en todos los lugares comunes de este tipo de aventuras, incluyendo a las autoridades que no hacen absolutamente nada (acá, ni hay policías o bomberos que entren al edificio para asegurase de que no haya gente atrapada); protagonistas femeninas incapaces de prender y apagar un celular por su cuenta (¿?), aunque tengan experiencia en combate y hablen una cantidad obscena de idiomas; y una pantalla gigante, estratégicamente ubicada en la ciudad, para que todo Hong Kong pueda presenciar las proezas de Swayer, sin importarles que enfrente tiene un rascacielos que se está cayendo a pedazos. O sea, hablamos de un edificio de 240 pisos de altura y este muchacho se mueve por las cornisas con una pata menos, y apenas sostenido por una soguita. Really?
Nada es creíble cuando se trata de esta película, pero Thurber insiste en tomárselo en serio y, de paso, atraparnos con el drama familiar. Para alguien con tanta experiencia en la comedia, se le nota la incomodidad con “Rascacielos”, como un pez fuera del agua que trata de respirar a toda costa y meter un chiste al vuelo en los momentos más bizarros de la historia.
Legendary Pictures desembolsó más de 125 millones para esta aventura, y a nadie le cabe la menor duda que va a romper taquillas en el mercado asiático. Ese es el público principal al cual está dirigido esta película, y se nota, por algo la ambientación en Hong Kong, la figura de Johnson (no olvidemos que “Rampage” fue un fracaso en los Estados Unidos) y el cine catástrofe/acción como primer incentivo.
Si así funciona, ¿para qué molestarse con un guión mínimamente coherente? Sabemos que es posible, solo alcanza con ver los ejemplos que se dieron más arriba que, a pesar del paso del tiempo, siguen manteniendo la calidad y resonando en las cabecitas de los espectadores. Acá gana el pochoclo, las acrobacias más rebuscadas, la pantalla verde y las explosiones. Y claro, perdemos nosotros, incapaces de decirle que no a tantos espejitos de colores.
LO MEJOR:
- Qué bueno volver a ver a Neve Campbell en la pantalla grande.
- Al menos invirtieron en algunos buenos efectos.
- Ante la duda, siempre llamen a The Rock. O no.
LO PEOR:
- Basta de villanos de segunda categoría.
- Basta de películas de The Rock, en serio.