En la nueva película de Juan Baldana y Christian Rémoli se traza un recorrido a través de los puntos más álgidos del periodo presidencial de Raúl Alfonsín (entre 1983 y 1989), figura central e indiscutida de la Unión Cívica Radical, reuniendo testimonios de quienes lo conocieron, tanto en su faceta más íntima y familiar como en sus andanzas políticas, y presentando una gran cantidad de material de archivo. El trabajo documental se propone enaltecer la figura de Alfonsín como padre de la democracia desde el minuto uno, y busca hacer entrar en tensión las miradas y perspectivas que surgen a partir de las decisiones políticas que fue tomando el dirigente radical durante su mandato.
El documental configura un discurso cinematográfico que sostiene una defensa legítima a Raúl Alfonsín, pero no elude generar tensiones y fluctuaciones a través de recursos estrictamente audiovisuales: juegos de montaje que producen enfrentamientos inequívocos entre los entrevistados, contradicciones y contraargumentaciones evidenciadas en las propias palabras del expresidente tomadas de fragmentos de actos públicos o entrevistas televisiva, inserts de artistas callejeros pintando murales con diferentes frases características de Alfonsín, etc. Todas estas decisiones de estilo funcionan casi a la perfección, y le adhieren al documental un ritmo dinámico y adecuado (algo necesario, debido a su larga duración) y un tono fuertemente emotivo y dramático.
Desde luego, Raúl: la democracia desde adentro también siembra el debate contemporáneo: traza una inexorable analogía y paralelismo discursivo respecto a los debates actuales en torno a la eterna alegoría de la grieta, la desfachatez moral y los enfrentamientos indirectos y manifiestos que se generan entre figuras políticas relevantes de la actualidad. Porque lo cierto es que los rasgos más característicos del discurso político de Raúl Alfonsín (donde el documental enfatiza sin dobleces ni medias tintas), podemos encontrarlos en declaraciones recientes de Cristina Fernández y hasta de Mauricio Macri. El modo y el tono cambian, pero las marcas de Alfonsín se pueden apreciar en las circunstancias actuales. Sin embargo, más allá de los paralelismos con las personalidades de los últimos tiempos, el documental busca reivindicar y enaltecer la figura de un gobernante de fuerte compromiso político, poniendo en evidencia una vez más las contradicciones internas y los eslabones perdidos de la partidocracia en la historia política argentina. Todo se subsume a aquél pasaje de la película donde un periodista le pregunta al líder radical si acaso él representaba “la izquierda del radicalismo”, a lo que Alfonsín retruca, esquivando audazmente el interrogante sensacionalista (que buscaba provocar enfrentamiento y rencor político más que esclarecimiento) contestando que “(…) no me gusta afirmar eso, pero si con eso se refieren a un posicionamiento que busca la reafirmación política en vez de la negociación… entonces sí”. Es sabido que, si había palabras que Raúl Alfonsín odiaba fervientemente, una de ellas era “negociación”, y el documental se ocupa meticulosamente de este tema cuando expone las imágenes del viaje del expresidente a la Casa Blanca en Washington, para reunirse con el entonces mayor mandatario estadounidense Ronald Reagan, en miras de la revisión de los términos de la deuda con el FMI. Aquí se incluye el discurso pluralista que Alfonsín entona en ese acto en Casa Blanca, casi desafiando al presidente norteamericano en su propia casa, quien no había hecho más que resaltar las tensiones de la amenaza comunista en Centroamérica. Precisamente, el énfasis que se hace en el plano económico, introduce los mayores conflictos y tensiones latentes en un gobierno que tuvo que atravesar adversidades de diferentes índoles, casi todas retratadas en el audiovisual: desde los disturbios generados con el retorno de Perón al país en el ‘73, la implicancia de la Triple A, la anticipación al Golpe del ‘76, los años más oscuros, la vuelta a la democracia con el Juicio a las Juntas militares, las leyes de Obediencia y Punto final, la conformación de la CONADEP, la sublevación carapintada, el asalto a la Tablada, etc. El documental no evita ninguno de estos momentos drásticos, y se detiene muy poco en los momentos de gloria y bienestar.
Ciertamente, el trabajo de investigación y reflexión que hay detrás de esta pieza documental, también procura desentrañar las concepciones que giran en torno al nombre Raúl Alfonsín como ícono, como emblema, como concepto que trasciende a una célebre personalidad. Su propio hijo, Ricardo, lo admite en el documental, y se apena por eso: “Al quedarse solo con la cuestión de la honestidad se lo termina vaciando de ideología. Es como descafeinarlo… Era un tipo que militaba desde los 14 años, hasta el momento de su muerte. Se peleó con Clarín, la Iglesia y la Sociedad Rural.” En este aspecto también concuerdan Baldana y Rémoli, en la cuestión del reduccionismo y el encasillamiento que sufre esta figura presidencial; porque si hay algo que nos encanta hacer a los/as argentinos/as es simplificar, etiquetar, clasificar, para luego poder juzgar impúdica y libremente desde la comodidad de nuestras casas. El dilema de la clase media, la satisfacción del sujeto burgués. El documental también se cuestiona y atenta contra eso: ¿por qué vale reducir todo a que fue “un tipo bueno que tuvo mala suerte por el contexto”?
Todo pareciera sintetizarse en la figura retórica de la grieta interminable, mientras ambos realizadores se empecinan en emparentar a Raúl Alfonsín, a través de una minuciosa y consciente selección de fragmentos de sus discursos y alegatos de campaña, con figuras tales como Juan Domingo Perón, reafirmando su lugar en el podio de las figuras políticas más relevantes del siglo XX en Argentina. Lo que nos lleva a retomar la lectura en torno a la realidad actual, presente de manera implícita en el documental, y es que el discurso político alfonsinista encuentra más relación con el discurso de campaña del peronismo de hoy, que aquél que sostuvo, por ejemplo, el macrismo durante los últimos años (aún siendo la UCR una de las principales fuerzas políticas que formaron parte de su gobierno). ¿Es posible hallar más de Alfonsín en los actos masivos del último gobierno de Cristina Kirchner que en cualquier líder radical actual? ¿La mirada de Rémoli y Baldana busca entonces establecer una burla, una maniobra irónica, hacia aquellos numerosos y autoproclamados radicales alfonsinistas que acaban de perder su preciado lugar en el gobierno tras el reciente nuevo triunfo del kirchnerismo? Es una de las múltiples lecturas posibles, pero el recorrido del documental hace hincapié en Alfonsín como figura incluso autónoma de cualquier afiliación partidaria. Y, a fin de cuentas, éste último interrogante no podría ser revisitado a consciencia mientras nos mantengamos agrietados. Aquí los directores, en cambio, nos proponen que el cine reflexione por nosotros.
Hay decisiones ético-estéticas que llaman la atención, la más destacable es el detenimiento en profundidad sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en Campo de mayo, aquella semana santa de 1987, durante la sublevación carapintada; mientras que los célebres Juicios a las Juntas militares son casi pasados por alto (el documental incluye una muy fugaz participación de figuras públicas de la asociación de Madres de Plaza de Mayo, como Nora Cortiñas). No obstante, se comprende la intencionalidad de los realizadores: un enfoque en aquellos momentos de mayor urgencia y desestabilización política que tuvo que atravesar el gobierno del expresidente.
Al fin y al cabo, Raúl es el homenaje a un gobernante de fuertes convicciones, que militó desde los 14 años hasta el último día de su vida, que era político por naturaleza. Un hombre riguroso, de gran oratoria y presencia inclaudicable. Un hombre que, en esas idas y vueltas ineludibles, evitó llegar a cualquier tipo de negociación, pero tuvo que redefinir términos con las fuerzas armadas y enfrentar la hiperinflación que acabó aplazándolo del gobierno.
Por último, vale afirmar que el documental pone en tela de juicio todas esas realidades de enfrentamiento que ya están naturalizadas y normalizadas en la historia argentina. ¿Qué es la normalización de cualquier aspecto social? Es la tendencia irrevocable a la carencia absoluta de cuestionamientos y/o reflexiones al respecto. Raúl también atenta contra la normalización de estas teorías del “enfrentamiento por el enfrentamiento”, y propone cambiar esta palabra por confrontación y reflexión (sabiendo que en una confrontación, a diferencia de un enfrentamiento y por definición del término, no hay agresiones de por medio, sino conciencia y convicción política).