'Raúl. La democracia desde adentro' nació como una serie documental de cuatro capítulos, de una hora de duración cada uno. Sus realizadores editaron luego una versión de dos horas y media para pantalla grande. Por esos caprichos de la lógica comercial, el largometraje comenzó a exhibirse antes que la obra para televisión. Las observaciones y reflexiones que figuran a continuación se circunscriben a la película.
¿Cómo deberíamos mirar un documental sobre Raúl Alfonsín? ¿Qué hacemos con nuestros propios recuerdos, lecturas, apreciaciones: los descartamos a favor de una aproximación virgen o los utilizamos para detectar falsedades, verdades a medias, puntos ciegos? ¿Nos limitamos a evaluar la factura técnica de la producción audiovisual: cantidad y variedad de fuentes consultadas, pertinencia del material recabado, uso de recursos dramáticos? ¿Nos detenemos en los antecedentes del o los realizadores?
¿Evitamos o abrazamos categorías como Tributo póstumo o Producto de una época? ¿Nos concentramos en la figura retratada o extendemos la mirada a la sociedad que desconoció, descubrió, acompañó, votó, aplaudió, silbó, descalificó, reconsideró, desagravió, despidió, reivindicó al primer Presidente democrático después de la dictadura de 1976-1983? ¿Discutimos con el o los autores del retrato? ¿Desde qué lugar?
A juicio de quien suscribe, los documentales abiertamente políticos suman puntos cuando interpelan al espectador a partir de la formulación de una hipótesis y/o de preguntas. Aún cuando estén bien hechos, panegíricos y diatribas resultan menos enriquecedores y acaso menos memorables.
Con Raúl, Juan Baldana y Christian Rémoli plantean una hipótesis: Alfonsín fue mucho más que un político honesto. La declaración de su hijo Ricardo sobre cierta tendencia a «descafeinarlo, a desideologizarlo» explicita la intención de redimensionarlo, o de pluridimensionarlo con perdón del neologismo. Por otra parte, a partir de las preguntas que Eduardo Anguita (se) hace en el tramo final de la película, los realizadores intentan tomar distancia del homenaje acrítico.
«Tratamos de ser lo más objetivos posible» sostuvo Baldana al término de la proyección del film para la prensa. En este punto algunos espectadores preferimos hablar de Honestidad intelectual y, sí, es notable el esfuerzo destinado a dar cuenta de distintas posturas entre las fuentes consultadas.
En el plano periodístico asoman –además del citado Anguita– el ex vocero presidencial José Ignacio López, con una intervención muy breve; el reportero gráfico Dani Yako, que cubrió la campaña electoral de 1983; Juan Pablo Csipka, autor de Los 49 días de Cámpora; Pablo Waisberg, co-autor de La Tablada. Aunque es politólogo, también vale mencionar al autor de Los tiempos de Alfonsín, Andrés Alberto Masi.
De la misma búsqueda de equilibrio parecer surgir la exposición de cierta evolución –¿o involución?– ideológica de Don Raúl: desde el coqueteo infructuoso con el dirigente sindical Agustín Tosco a principios de la década del ’70 hasta la reivindicación de las Fuerzas Armadas en el marco de la brutal represión a los insurgentes de La Tablada a fines de los años ’80.
En cambio, los esfuerzos autorales de ecuanimidad se diluyen un poco ante la mayoría amable que ex funcionarios radicales, más el hijo, una nieta, una amiga de Alfonsín y el actor Luis Brandoni representan en el abanico de entrevistados. Además de conformar una minoría (también amable), los adversarios realizan intervenciones menos prolongadas o directamente cortas.
Del lado del peronismo, figuran Lorenzo Pepe, Hugo Moyano, Carlos Menem, dos fragmentos de apariciones públicas de Juan Domingo Perón (en el marco de su tercera Presidencia), una declaración en off de José Ignacio Rucci, un par de fotos y menciones de Saúl Ubaldini. Del lado carapintada, Aldo Rico, Enrique Venturino, Gustavo Breide Obeid adquieren protagonismo en el segmento dedicado al levantamiento de la Semana Santa de 1987. La representación más débil es aquélla del Movimiento Todos por la Patria en la cobertura del copamiento del cuartel de La Tablada.
La declaración de objetividad se ve relativizada por la ocurrencia de acompañar la articulación de testimonios y material de archivos privados y públicos con el registro de la progresiva pintura de un mural reivindicativo y de grafittis que reproducen frases célebres del jefe de Estado retratado, no precisamente la desafortunada «A vos no te va tan mal, gordito«. Influye de igual modo el piano que musicaliza los recuerdos más emotivos.
Sin dudas, Raúl se incorpora a la serie de reconocimientos destinados a pulir el recuerdo colectivo de Alfonsín, a consagrarlo Padre de la democracia, a encumbrarlo por encima del correligionario Arturo Illia. Recordemos los homenajes de Cristina Fernández de Kirchner en octubre de 2008, para el 25° aniversario de nuestra democracia, y en marzo pasado, cuando se cumplieron diez años del deceso del también concejal, diputado provincial y nacional, senador nacional. Tengamos presente el monumento que dirigentes de la Alianza Cambiemos inauguraron en abril de 2018 y el documental de Sergio Wolf, Esto no es un golpe, que se proyectó ese mismo otoño.
Este espíritu de época parece haber condicionado el trabajo de Baldana y Rémoli, pero no lo malogró. Así lo prueban las preguntas, discrepancias y otras reflexiones que inspira esta semblanza, no sólo de Alfonsín, sino de sus colaboradores y de los argentinos al principio entusiasmados, luego desencantados con aquel primer Presidente elegido por el voto popular.