El guardián de la ética
Atravesamos tiempos donde la política es cuestión de marketing. Hoy creemos o no en slogans, en resultados en base a cantidades y porcentajes, que lejos de expresar datos concretos generan enormes contradicciones en lo que ni siquiera puede considerarse un discurso político fundamentado en ideas o miradas hacia el futuro. Quizás la reconstrucción de la historia necesitaría el ejercicio de la honestidad intelectual para recién llegar a la coherencia y una vez alcanzada esa coherencia estar a la altura de los roles que se ambicionan desde una militancia con aspiraciones a mucho más.
Raúl Alfonsín no se puede analizar desde un slogan, tampoco acopiando puñados de frases como la tristemente célebre “la casa está en orden” porque desde su compromiso al asumir el cargo de Presidente de la Nación Argentina por primera vez elegido en democracia, luego de muchos años de dictadura militar e inexistencia de actos eleccionarios tras la seguidilla de golpes cívicos militares, intentó infructuosamente pacificar a una sociedad muy herida y fragmentada, sin dejar de lado el ya histórico problema de la pobreza y la economía en plena curva descendente.
Calificarlo de hombre honesto es no decir absolutamente nada, estadista apenas resume uno de sus rasgos característicos, el otro podría ser un auténtico “animal político” de Chascomús, entendido como debe entenderse ese concepto que puede compartir con muy pocos políticos tanto de su propio partido como de los partidos opositores.
Por eso, un documental de estas características, el primero sobre el abogado, padre de seis hijos, asmático y adversario en la suciedad de la arena política, que enchastra cualquier traje de ética que se ponga un dirigente de nuestros días (más allá del color partidario) era necesario y valioso como testimonio de una época que está impregnada en la memoria de cada uno de los argentinos. Repasar con aportes de testimonios de los allegados a Raúl Alfonsín durante la campaña -antes de ganar las elecciones aquel 30 de octubre de 1983- y lo que luego sucediera hasta la entrega anticipada del Poder Ejecutivo a Carlos Saúl Menem, seis meses antes de un nuevo acto eleccionario, es uno de los pilares donde se apoya el trabajo de investigación de los realizadores Juan Baldana y Christian Rémoli en este repaso de 152 minutos de duración.
En lo que hace a estructura y estética es rescatable una poética subyacente como la de los grafitis que se van escribiendo como viñetas y capítulos de la historia de Alfonsín, así como el mural que se va construyendo a fuerza de colores y figuras simbólicas como el logo del diario Clarín, uno de los grupos de presión e interés que Raúl Alfonsín enfrentó sin ejercer ningún tipo de coacción o amenaza implícita desde sus duras palabras. El otro grupo de interés que debió enfrentar no fue otro que el de la CGT, enrolado en la figura de Saúl Ubaldini y sus trece paros generales en momentos de debilidad política del gobierno y del propio radicalismo, brazo político que acompañaba.
Para sintetizar no hay mejor contraste que el ocurrido en los albores de su mandato con una promesa de Justicia cumplida y que torciese para siempre al brazo militar con el fiel de la balanza hacia el lado de la sociedad argentina y sus reclamos de ver en la cárcel a los cabecillas militares menos pensados en esos convulsionados tiempos. La otra cara fue la de Campo de Mayo y el copamiento del Regimiento en La Tablada, eventos donde el Presidente Alfonsín puso primero el cuerpo, luego su capacidad de conciliador pero con el objetivo de evitar derramamiento de sangre entre argentinos.
Cuando se vea el documental en perspectiva; cuando se tome conciencia de la complejidad que hubo que manejar con la latente amenaza de la desestabilización constante, y el peligro de la pérdida de la Democracia, seguramente se entienda porqué hoy se lucha por lo mismo y se pierde en la lucha por lo mismo.