Pacto de silencio
Nahuel Machesich -guionista, codirector y protagonista/narrador de este documental- es “nacido y criado” en Rawson, aunque desde hace muchos años está radicado en Buenos Aires. En el inicio del film, decide regresar a su ciudad para reconstruir aspectos, personales, familiares y, sobre todo, sociales de una comunidad marcada por la presencia de la inmensa cárcel de máxima seguridad (donde estuvieron en los años ’70 militantes de Montoneros, el ERP y las FAR) y por un pacto de silencio respecto de la actuación de muchos de los vecinos en tiempos de la dictadura militar.
Con una propuesta similar -titulada, precisamente, Pacto de silencio-, Carlos Echeverría indagó en y desnudó las miserias de Bariloche y su connivencia con el nazismo. Por ese camino transita también Machesich (con la colaboración de su coequiper Luciano Zito) al entrevistar a sus propios padres, amigos y familares, pero también a ex presos políticos y guardiacárceles para exponer las contradicciones, el cinismo y la hipocresía de una comunidad que prefiere olvidar -o hacerse la distraída- antes que hacer un necesario ejercicio de memoria.
Machesich aparece en cámara conduciendo la narración (la voz en off, también suya, no es del todo convincente) y la película adquiere intensidad con algunos testimonios viscerales, demoledores (en una ciudad chica, por ejemplo, conviven hoy torturadores y torturados), pero la pierde en parte en otros momentos que lucen más calculados, más forzados, más falsos e inverosímiles.
De todas formas, y más allá de haber apelado a cierta “fórmula” del documental de creación en primera persona, se trata de un intento nada desdeñable, que busca (y encuentra) unas cuantas verdades sobre esos comportamientos colectivos tan difíciles de comprender y, sobre todo, de aceptar.