En el año 2045 el mundo apesta a todo nivel, la gente necesita huir de su horrible realidad, y el paraíso artificial favorito es Oasis, universo virtual donde todos pueden hacer o ser lo que quieran. En el momento de su muerte, el ciber-gurú creador de Oasis anuncia que escondió un "Huevo de Pascua" en algún lugar de su vasto infinito: quien lo encuentre, será su heredero. Las pistas que conducen a ese tesoro solo serán reveladas a los ganadores de absurdas competencias imposibles, tipo carreras de autos cruza de "Mad Max" con "Jurassic Park".
Además de los millones de fans genuinos del difunto creador de Oasis, más los millones de pobres que sueñan con hacerse ricos, también hay ejércitos de soldados de una corporación monopólica más algunos revolucionarios carismáticos y varios heroicos nerds adolescentes, todos detrás del Huevo de Pascua (como para dar un toque ecuménico de Pesaj, también aparece una especie de Golem).
Al nivel de los primeros actos de "Rescatando al Soldado Ryan" o de las dos primeras Indiana Jones, esta delirante distopía sobre el mundo virtual arroja al espectador a una montaña rusa de ritmo desaforado, con buenos gags a granel y una riqueza estética asombrosa. Hay una especie de sobredosis hipnótica de matices y estilos visuales, técnicas de animación y live action entremezcladas de modos inéditos, además de docenas de referencias cinéfilas a clásicos y cult movies como para salir del cine pensando en ir a verla de nuevo. O al menos el acto íntegro dedicado al temible mundo virtual de Stanley Kubrick. Por si hacía falta algo más, hay un mensaje cuasi peronista: "La única realidad, es la realidad".