Muchas películas y pocas historias
Ready Player One es la adaptación cinematográfica de la novela homónima escrita por Ernest Cline quien, junto al célebre Steven Spielberg, le dio forma de película a una obra de ciencia ficción que homenajea a la cultura pop de los años ochenta. La producción cuenta con las actuaciones protagónicas de Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Simon Pegg y el ganador del Oscar Mark Rylance.
El año es 2045. Wade Watts, un adolescente que como muchos en Estados Unidos vive en carne propia la pobreza que azota a todo el mundo en este futuro distópico, encuentra sus únicos momentos de felicidad en el programa de realidad virtual llamado Oasis. Se trata de un verdadero universo al que todos acceden (y cuando digo todos es todos) por medio de un visor y unos guantes hápticos que permiten interactuar con los innumerables mundos que conforman Oasis y lo que hay en ellos. De esta manera, la gente hace amigos en Oasis, va a la escuela por medio de Oasis, pelea en violentas guerras virtuales en Oasis o, como en el caso del joven Wade, se dedica a conseguir modestas mejoras para su personaje o avatar ya que la pobreza también se traslada a los usuarios de Oasis. Pero por más desolador que el presente de Wade parezca, su futuro está a punto de cambiar. Resulta que esta historia comienza cuando el genio creador detrás de Oasis llamado James Halliday, una especie de combinación entre Einstein y Steve Jobs, muere. Pero la noticia viene junto al testamento de Halliday. Dada su poca popularidad, escasez de amigos y una familia inexistente, este genio moderno ha decidido heredarle su monstruosa fortuna y el control total de Oasis a quien sea capaz de resolver su acertijo. En medio del interminable Oasis hay escondidas tres llaves y quien las encuentre podrá tener acceso al también oculto huevo dorado de Halliday, objeto cuya posesión equivale a hacerse con la mencionada herencia. Durante cinco años nadie puede obtener siquiera una pista de este misterio por lo que el mundo da un tremendo vuelco cuando la primera llave es encontrada por el anónimo Wade Watts.
La sinopsis precedente corresponde tanto a la novela de Cline como a la adaptación para la gran pantalla de Spielberg pero lamentablemente ese es uno de los pocos puntos de contacto entre las dos obras. Tal vez sea por la utópica ambición de querer adaptar una novela tan rica en elementos en una sola película o por el error de juicio de poner el foco en ciertos lugares en desmedro de otros, la conclusión que surge en este humilde lector de la novela de Cline es que su versión cinematográfica le hace poca justicia. En la obra escrita lo que tenemos es un formato de búsqueda del tesoro apasionante que, mediante un protagonista entrañable, nos invita a resolver misterios cuyas pistas residen en canciones de rock, videojuegos como el Pac-Man o el Asteroids, películas como El Resplandor, Volver al Futuro o Star Wars y demás elementos de la cultura pop que, reunidos en una sola historia, son la panacea del nerd moderno. Y encima tenemos un antagonista genial de la mano del CEO de la compañía rival a la de Halliday (Nolan Sorrento) que quiere hacerse con el control de su competidora y no escatimará recursos para conseguirlo y un grupito de personajes secundarios geniales que establecerán relaciones amistosas y románticas con el bueno de Wade Watts. Solo un final a toda orquesta y una reflexión a modo de moraleja realmente profunda podrían terminar de darle forma a una verdadera obra maestra y el libro de Ernest Cline también los tiene. El problema es la película.
A pesar de sus 140 minutos de duración, la versión de Spielberg nunca logra meternos en ese clima de frenética investigación nerd que Wade experimenta durante todo el libro, ya sea urdiendo en su mente de pequeño fanático de la cultura pop retro o buscando las canciones, películas, videojuegos y series de TV que Halliday amaba y que lo llevaron a incluirlos en su monumental desafío post-mortem. Esa competencia feroz entre usuarios, empresas como la de Sorrento y el bueno de Wade queda minimizada a un puñado de escenas elegidas con poco criterio en las que el protagonista logra avances en su búsqueda casi de casualidad y no gracias a su ingenio y habilidad. Las referencias a toda esa cultura pop sí dicen presente pero ese pobre criterio de elección vuelve a aparecer por lo que la casa de El Resplandor, la moto de Akira, el Gigante de Hierro, el Delorean o un mecha-Godzilla enorme son penosamente desaprovechados. Y si había poco espacio para incluir todas esas referencias y darle la importancia que cada una tiene en la búsqueda del huevo de Halliday, mucho menos tiempo hay para desarrollar la relación de Wade con sus amigos Sho y Hache, su enemistad con el malvado Nolan Sorrento y la que el libro propone como una magnífica historia de amor con la misteriosa Art3mis. Todos esos elementos que hacen a la historia que Ready Player One cuenta en su versión novelada y que son su mayor logro son desperdiciados por una película que los minimiza hasta el tamaño de una mera excusa para poder reunir en una sola cinta a las obras clásicas antes enumeradas.
La novela de Cline es un relato genial que tiene referencias magníficas de la cultura pop que tanto amamos y por eso es doblemente maravillosa, pero si en vez de canciones de los 80, videojuegos y películas clásicas, la búsqueda del huevo de basara en elementos de la historia antigua de Andorra, la historia igual funcionaría perfectamente y nos atraparía. La película de Spielberg, sin esas referencias y homenajes a otras obras, no es nada.