El de Mateo Garrone es un caso similar al de Jacques Audiard: su nuevo filme representa un paso atrás respecto al anterior. Ambos venían, respectivamente, de UN PROFETA y GOMORRA, dos películas muy celebradas acá y, en mi opinión, bastante valiosas. Aquí Garrone no hace una mala película, sino una menor, bastante obvia y, digamos, algo vieja. Este filme sobre un hombre cuya vida se transforma cuando es candidato para entrar en GRAN HERMANO -y empieza a enloquecer mientras espera que lo llamen y supone que lo deben estar espiando para ver si es viable para entrar a “la casa”-, tiene buenos momentos, situaciones disfrutables, un color local napolitano bien logrado, pero todo lo que se dice ya se ha dicho antes. Digo, THE TRUMAN SHOW hablaba de lo mismo y mejor hace… 14 años! Como exploración psicológica y sociológica no agrega mucho al discurso ya establecido sobre estos temas y como comedia tampoco es muy graciosa que digamos. No molesta, de cualquier manera. No es una mala película, sólo que esperaba más. Creo que todos esperábamos más de él.