Iniciando con un gran vuelo desde el cielo, la presentación de Reality (Matteo Garrone) es una metáfora acerca de los límites. Una serie de oposiciones relacionadas con el significado de pertenecer o no, son las claves de lectura de este film italiano costumbrista que resalta lo superficial de su cultura. Con genialidad en la puesta de cámara, no es difícil sentirse incluido en la cotidianeidad de las calles napolitanas que, con sus aromas típicos, invaden la escena de colores y sabores.
Entre la multitud conocemos a Luciano (Aniello Arena), un vendedor de pescados, que sueña con ser famoso. Casi sin buscarlo, las coincidencias comienzan a sucederse y el mundo de “Gran Hermano” se le presenta a cada paso. Al borde del momento bizarro, un ex participante del reality show se vuelve el nexo entre la realidad material de Luciano y la realidad artificial del programa. En un claro in crescendo de paranoia, el protagonista pronto comenzará a despojarse de su rutina creyendo que el gran show lo espera. Rodeado de falsos vigiladores, su vida ya no será la misma.
Si la barrera entre lo real y lo falso pareciera estar desdibujada esa no es la cuestión, el verdadero drama de Luciano es conseguir la fama, a esta altura, a cualquier precio. El sentido de pertenencia es un llamado místico del cual no puede “hacer oídos sordos”.
Desde la realización, es observable el minucioso trabajo en la generación de pequeños detalles que recursivamente nos hablan de la exhibición de la vida cotidiana. ¿Acaso el condominio donde vive Luciano no es, de alguna manera, otro “Gran Hermano”?
La secuencia del final de fiesta anticipa, a través de un delicado travelling, el desarrollo de la peripecia a medida que vemos como los invitados van dejando sus trajes de gala para transformarse en lo que verdaderamente son: vecinos humildes de un pueblo napolitano. Si las apariencias no alcanzan a convencernos, el sermón del cura durante una homilía terminará por cerrar el enigma.
Con un sentido de constante delimitación de fronteras a cruzar, Reality colabora a poner en escena un tema recurrente en nuestra sociedad occidental actual: si no sos “visible” no podrás acceder a nada, por eso es importante guiarse por la esperanza y la paciencia. Todo llegará, lo que no se puede asegurar es si será real o imaginario.